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De las redes sociales a la comunidad, notas sobre la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2019

Al inicio de su mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales de este año, el Papa Francisco dice que quiere hablar “sobre el fundamento y la importancia de nuestro estar-en-relación” y de nuestra comunicación. Y alude a las figuras de red, comunidad y cuerpo, para desentrañar sus aspectos más hondos.

(signis.mx).-“Soy verdaderamente humano, verdaderamente persona –enuncia el Papa-, solamente si me relaciono con los demás. El término persona, de hecho, denota al ser humano como ‘rostro’ dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en humanidad al pasar del carácter individual al personal”.

En el camino de la existencia, el ser humano va siendo consciente que es en los otros como él puede encontrarse a sí mismo y reconocerse como una persona viva; que sin los otros él no existe, no es para alguien. Robinson Crusoe ha necesitado de Viernes para encontrarse; Adán necesita a Eva para no estar solo. Yo soy alguien desde unos padres, una familia, una comunidad, una ciudad, una lengua, una cultura, unos orígenes.

El otro es justamente aquel que por su misma alteridad me encuentra, me llama, me descubre aspectos diferentes de la realidad, me hace salir del encerramiento en mí mismo, me ayuda a entrar en relación y en comunicación con los demás, me ayuda a vivir lo que soy como ‘ser de relaciones’. Esto no lo podemos lograr en el aislamiento, en el encerramiento, al prescindir de los demás, al ver a los otros como rivales o enemigos. Necesitamos del encuentro, de la relación y de la comunicación, de persona a persona.

Más aún, la teología cristiana ve al hombre como ‘imagen’ de Dios, reflejo de su Creador, participación en la vida humana de aquello que es Dios Trinidad: relación y comunión de personas, comunicación de amor y desde el amor, búsqueda del bien de la humanidad. Éste es, en el fondo, el anhelo de todo ser humano en su existencia: vivir la relación verdadera con los demás, la comunión, la comunicación, el hacer una comunidad de vida auténtica.

Por eso, afirma Francisco, “el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión”. Sin embargo, “la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo, y éste se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, que termina a veces por fomentar espirales de odio”.

Si las redes sociales nos encierran en nuestras propias ideas, prejuicios, amigos; si nos separan de los demás, y nos llevan a verlos como rivales o contrarios; si nos separan de encontrarnos en vivo con otros y de comunicarnos de verdad, entonces las redes sociales no nos están ayudando a ser auténticamente seres humanos y personas llamadas a construir comunidad.

Desde las imágenes de red, comunidad y cuerpo, el Papa nos invita a estar presentes en las redes sociales desde lo que somos como personas, como seres en relación y comunicación. Podemos recoger cinco características para revisar nuestro modo de comunicarnos, particularmente en las redes sociales:

  • Entramos en comunicación y relación cuando nos disponemos a escuchar en verdad lo que otra persona nos presenta, con lo que ello pide de atención, conciencia, acogida, silencio interior; nos exige, por tanto, hacer a un lado la tendencia a centrarnos en uno mismo, a refugiarnos en los propios pensamientos o creencias, a autoaislarnos.
  • La comunicación es un encuentro y una relación personal. Se podrá dar también por redes sociales y digitales, si en ellas nos presentamos como verdaderas personas que van a un encuentro humano, y no ocultamos nuestra identidad personal, ni alentamos el individualismo ni el narcisismo. Pero en la comunicación se necesita también el contacto vivo, en carne y cuerpo, dice el Papa, hecho de miradas, sonrisas, abrazos, caricias, sentimientos compartidos.
  • La comunicación establece un diálogo entre seres humanos, un intercambio de lo que cada uno piensa, siente, quiere, cree; diálogo desde el respeto, la caridad, la verdad, el mutuo entendimiento. Todo lo contrario de comunicarnos con prejuicios, falsedades, mentiras, descalificaciones, agresión.
  • La verdadera comunicación y relación apela a los vínculos más hondos que unen a las personas, en lo que son y tienen, en su proyecto de vida compartido, en lo que pueden hacer por los demás y por el mundo. Una red o una comunidad, incluso digital, no se forma simplemente por ‘agregarse’ como un sujeto más; no se da por los números –de sujetos o de aprobaciones-, sino por la calidad de las relaciones.
  • Se trata, en fin, de ir a nuestra identidad como seres humanos, llamados a la alteridad y a la comunión con los otros, llamados a la ‘projimidad’: el otro es alguien a quien yo me aproximo, me acerco para salir de mí mismo y hacerme prójimo, y actuar con misericordia, con amor, con paz, para seguir construyendo el ‘cuerpo’, la comunidad, el tejido social.

“Como cristianos, todos nos reconocemos miembros del único cuerpo del que Cristo es la cabeza. Esto nos ayuda a ver a las personas no como competidores potenciales, sino a considerar incluso a los enemigos como personas. Ya no hay necesidad del adversario para autodefinirse, porque la mirada de inclusión que aprendemos de Cristo nos hace descubrir la alteridad de un modo nuevo, como parte integrante y condición de la relación y de la proximidad”. “Somos miembros unos de otros” (Efesios 4, 25), es el lema de esta Jornada Mundial. En la comunidad cristiana, incluso digital, no hay lugar para ver a los otros como enemigos, rivales, objetos, sino miembros del único Cuerpo, en el que todos nos reconocemos hermanos y prójimos.

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