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Los 6 desafíos de la comunicación digital

Internet es una realidad que forma parte de la vida cotidiana: no es una opción, sino un dato de hecho. La red hoy se presenta como un tejido conectivo de las experiencias humanas. No como un instrumento.

(cyberteologia.it).-Las tecnologías de la comunicación están creando un ambiente digital en el que el hombre aprender a informarse, a conocer el mundo, a establecer y mantener vivas las relaciones, contribuyendo a definir también un modo de habitar el mundo y de organizarlo, guiando e inspirando los comportamientos individuales, familiares y sociales. Para algunos «El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes» (Benedicto XVI). La evangelización no puede no considerar esta realidad.

Quisiera, por lo tanto, exponer aquí 6 desafíos importantes que la comunicación digital pone a nuestra pastoral, considerando, como había escrito Benedicto XVI, que «las redes sociales se alimentan de aspiraciones radicadas en el corazón del hombre».

-De la pastoral de la respuesta a la pastoral de la pregunta:

Vivimos bombardeados por mensajes, sufrimos de un exceso de información, la así llamada information overload. El problema hoy no es encontrar el mensaje de sentido, sino decodificarlo, es decir, reconocerlo como importante para mí, significativo sobre la base de las múltiples respuestas que recibo.

En el tiempo de los motores de búsqueda, las respuestas están al alcance de la mano, están en todas partes. Por esto es que hoy es importante no tanto dar respuestas ¡Todos dan respuestas! “The teacher doesn’t need to give any answers because answers are everywhere” (Sugata Mitra, profesor de Educational Technology en la Newcastle University). Hoy es importante reconocer las preguntas importantes, las fundamentales. Y hacer de tal modo que nuestra vida quede abierta, que Dios nos pueda hablar todavía.

El anuncio cristiano hoy corre el riesgo de presentar un mensaje ubicado al lado de otros, una respuesta entre muchas otras. Más que presentar el Evangelio como el libro que contiene todas las respuestas, es necesario aprender a presentarlo como el libro que contiene todas las preguntas justas.

La gran palabra que debemos descubrir, entonces, es un antiguo conocimiento del vocabulario cristiano: el discernimiento espiritual, que significa reconocer entre las tantas respuestas que hoy recibimos cuáles son las preguntas importantes, las verdaderas y fundamentales. Es un trabajo complejo y exige una gran sensibilidad espiritual.

“Nunca hay que responder preguntas que nadie se hace” (Evangelii Gaudium, 155).

¿La Iglesia sabe involucrarse con las preguntas y las dudas de los hombres? ¿Sabe despertar las preguntas irreprimibles del corazón, sobre el sentido de la existencia? Es necesario saberse insertar en el diálogo con los hombres y mujeres de hoy, para comprender las expectativas, las dudas, las esperanzas.

Me ha llamado la atención el hecho de que Papa Francisco, respondiendo a una pregunta hecha por un periodista en el vuelo que lo llevaba desde Tel Aviv a Roma, haya dicho: “No sé si me he acercado un poco a si inquietud…”

-De la pastoral centrada en los contenidos a la pastoral centrada en las personas:

Hoy está cambiando, también, la modalidad de entrega de los contenidos.

Estamos asistiendo el colapso de las programaciones… Hasta hace algún tiempo MTV (Music Television), entre los jóvenes era considerada una emisora de «culto». Ahora está sufriendo una crisis o, si queremos, una transformación de lo que antes era – una emisora de una notable cantidad de videos musicales presentados por VJ – en emisora de reality show y series televisivas dirigidas sobre todo al público adolescente y adulto joven.

Los jóvenes, de hecho, tal vez disfrutan la música de internet y no hay más razones para que la disfruten desde la TV. La TV es un ruido de fondo, el zumbido del mundo. Se le deja hablar… Raramente hoy encuentra lugar en las habitaciones de los jóvenes. Hoy, por otro lado, el ver implica la selección y la posibilidad del comentario y de la interacción. Y esta posibilidad es dada por una red social como YouTube.

La fe parece participar de esta lógica. Las programaciones son sustituidas por las búsquedas personales y por los contenidos accesibles siempre en la red.

El catecismo era una forma para presentar de manera ordenada, coherente y marcada los contenidos de la fe. En un tiempo en el que las programaciones están en crisis, esta modalidad de presentar la fe está en crisis.

¿Qué desafíos pone todo esto a la fe y a su comunicación? ¿Cómo hacer para que la Iglesia no se convierta en un container para acceder como un televisor que «habla» sin comunicar?

Una dirección de respuesta a esta pregunta la encontramos en un pasaje de mons. Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, en su presentación en el Sínodo de los obispos sobre la Nueva Evangelización: «la jerarquía eclesiástica, como también la política y social, debe encontrar nuevas formas para elaborar la propia comunicación, a fin de que su aporte a este fórum reciba una atención adecuada. Estamos aprendiendo a superar el modelo del púlpito y de la asamblea que escucha por el respeto de nuestra posición. Estamos obligados a expresarnos nosotros mismos de modo que involucremos y convenzamos a los otros que a su vez comparten nuestras ideas con sus amigos, “followers” o compañeros de diálogo»

La vida de la Iglesia está llamada a asumir una forma siempre más comunicativa y participativa.

-De la pastoral de la transmisión a la pastoral del testimonio:

La verdadera novedad del ambiente digital está en su naturaleza de red social, es decir, en el hecho de que permite hacer emerger no solo las relaciones entre yo y tú, sino mis relaciones y tus relaciones. En la red emergen no solo las personas y los contenidos, sino que también mis relaciones. Comunicar, por lo tanto, no significa transmitir, sino compartir.

La sociedad digital no es pensable y comprensible solo a través de sus contenidos. No están solo las cosas, sino las «personas». Están sobre todo las relaciones: el intercambio de los contenidos que ocurre al interior de las relaciones entre personas. La base relacional del conocimiento en la Red es radical.

Se entiende bien, por lo tanto, cuán importante es el testimonio. Y esto es un aspecto determinante. Hoy el hombre en la Red se confía de las opiniones en forma de testimonio. Pensemos en las librerías digitales o en las tiendas musicales. Pero los ejemplos se pueden multiplicar: se trata siempre de los user generated contents que han hecho la «fortuna» y el significado de las redes sociales.

La lógica de las redes sociales nos hace comprender mejor que antes que el contenido compartido está siempre estrechamente ligado a la persona que lo ofrece. No hay, de hecho, en esta red ninguna información «neutra»: el hombre está siempre involucrado directamente en aquello que comunica.

En este sentido, el cristiano que vive inmerso en las redes sociales está llamado a una autenticidad de vida muy exigente: ella toca directamente el valor de su capacidad de comunicación. De hecho, ha escrito Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones del 2011, «Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales».

El documento de Aparecida en el número 145 afirmaba claramente: “La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf. Hch 1, 8)”.

La fe, por lo tanto, no solo se «transmite», sino que sobre todo puede ser suscitada en el encuentro personal, en las relaciones auténticas.

Siempre en el documento de Aparecida, en el número 489, aun habiendo sido escrito antes del nacimiento de las redes sociales, ya afirmaba: “los sitios pueden reforzar y estimular el intercambio de experiencias y de informaciones que intensifiquen la práctica religiosa a través de acompañamientos y orientaciones”.

-De la pastoral de la propaganda a la pastoral de la proximidad:

Evangelizar no significa hacer «propaganda» del Evangelio. La Iglesia en la Red está llamada no a una «emisión» de contenidos religiosos, sino a un «compartir» el Evangelio.

Y para Papa Francisco este compartir es largo. Escribe claramente: « Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios». El Papa parece leer en la red el signo de un don y de una vocación de la humanidad a estar unida, conectada.

Revive, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, «el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación» (Evangelii Gaudium, 87).

En su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2014, Papa Francisco ha definido el poder de los «medios» como «proximidad».

¿Cómo se manifiesta el ser prójimo en el nuevo ambiente creado por las tecnologías digitales? Papa Francisco, hablando a los comunicadores en el 2002, había escogido la parábola del buen samaritano, como imagen de referencia del comunicador.

-De la pastoral de las ideas a la pastoral de la narración:

1. Las fotos «etiquetadas», «geolocalizadas», colocadas en el momento exacto en el que han sido compartidas son el álbum fotográfico en vivo de nuestra vida.

2. Nuestros tuits o las actualizaciones de estado en Facebook y los post de nuestros blogs conservan nuestros pensamientos, pero también nuestros estados emocionales.

3. Las librerías online y las otras tiendas tienen huellas de nuestros gustos, de nuestras elecciones, de nuestras adquisiciones y, a veces, también de nuestros comentarios.

4. Los videos en YouTube construyen en fragmentos el film de nuestra vida hecho con nuestros videos o por aquellos que nos gustan.

El streaming de nuestra vida no está hecho solo de lo que enviamos en la Red, sino también por aquello que nos gusta y por lo que señalamos a los otros, también gracias al botón “me gusta”, a nuestros followers y a nuestros amigos.

La experiencia compartida en las redes sociales es el opuesto de lo que ocurría en tiempos de Robert Musil que escribía: «la probabilidad de aprender desde el periódico una experiencia extraordinaria es mucho mayor a la de vivirla personalmente»

Hoy, en cambio, las redes sociales ofrecen la oportunidad de hacer más significativa la experiencia vivida subjetivamente gracias a las publicaciones y al compartir en una red de relaciones. Las noticias de los periódicos no están relacionadas conmigo y, en un cierto sentido, terminan por ser percibidas como menos «extraordinarias» o como menos interesantes.

La Red es una oportunidad, porque narrar en todo caso es restituir los sujetos del conocimiento a la densidad simbólica y experiencial del mundo. Y hoy está muy alimentado el deseo de narración al interior de los vínculos y relaciones. La narración en la red puede ser, sí, individualista y autorreferencial, pero puede ser también polifónica y abierta.

Interesante en este propósito es la posibilidad de agregar material compartido en diferentes redes sociales sobre una plataforma como Storify que permite la interconexión con Twitter, Facebook, Flickr, YouTube… y las abre al compartir. En la base está la consciencia de que cada uno de nosotros es un “living link”. La interactividad es la cifra radical de este “lifestreaming”.

-Una pastoral atenta a la interioridad y a la interactividad:

La vida espiritual del hombre contemporáneo está ciertamente tocada por el mundo en el que las personas descubren y viven las dinámicas propias de la Red, que son interactivas e inmersivas. El hombre que tiene un cierto hábito con la experiencia de internet, de hecho, aparece más dispuesto para la interacción que a la interiorización.

Y, generalmente, «interioridad», es sinónimo de profundidad, mientras que «interactividad» es, frecuentemente, sinónimo de superficialidad ¿Estaremos condenados a la superficialidad? ¿Es posible conjugar profundidad e interactividad? El desafío es muy grande.

Sustancialmente podemos constatar que el hombre de hoy, habituado a la interactividad, interioriza las experiencias si es capaz de tejer con ellas una relación viva y no puramente pasiva, receptiva. El hombre de hoy concibe como válidas las experiencias en las cuales se pide su «participación» y su involucramiento.

Hoy la profundidad se conjuga con una inmersión en una verdadera y propia «realidad virtual».

En la web, entendida como lugar antropológico, no hay «profundidad» para explorar, sino «nodos» para navegar y conectar entre ellos de manera fija. Lo que parece «superficial» es solamente el proceder en modo, tal vez inesperado y no previsto, de un nodo al otro. La espiritualidad del hombre contemporáneo es muy sensible a estas experiencias…«la superficie en lugar de la profundidad, la velocidad en lugar de la reflexión, las secuencias en lugar del análisis, el surf en lugar de la profundización, la comunicación en lugar de la expresión, la multitarea en lugar de la especialización»

¿Cuál será la espiritualidad de las personas cuyo modus cogitandi está en fase de «mutación» a causa de su habitar en el ambiente digital? Un camino para evitar esta pérdida consiste en el evitar oponer demasiado velozmente profundidad con interacción, superficialidad con interiorización.

La red, ciertamente, no está privada de ambigüedades y utopías. En todo caso, la sociedad fundada en las redes de conexión comienza a poner desafíos verdaderamente significativos tanto para la pastoral, como para la comprensión misma de la fe cristiana, a partir de su lenguaje de expresión. Los desafíos son exigentes. Nuestra tarea también lo es.

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