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“Reencontrar el sentido de la historia y de la narración”

Editorial del Prefecto del Dicasterio para la Comunicación sobre el Mensaje del Papa Francisco para la LIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

(vaticannews.va/es).-“En medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos”.

“Incluso cuando contamos el mal podemos aprender a dejar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y hacerle sitio”.

Con estas dos frases, la primera puesta inmediatamente después del inicio y la otra hacia el final de su Mensaje para la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa Francisco nos devuelve con sus palabras a la esencia de un tema en torno al cual desde hace tiempo hemos estado dando vueltas. Como en un vórtice que corre el riesgo de hacernos perder la brújula, la estrella polar, la dirección; con la paradoja de que la era de la comunicación corre el riesgo de coincidir con la de la incomunicabilidad; y el triunfo de los big data con la derrota de la sabiduría necesaria para leer y narrar el sentido de cada historia, y con ello el significado de la Historia.

Narrar viene de gnarus, tener experiencia. Pero sin la capacidad de devolver la experiencia a la unidad, no hay sabiduría, ni conocimiento; todo se reduce a un listado sin sentido.

A esto sirve narrar.

Sólo la narración (siempre, incluso en la ciencia, necesitamos una hipótesis de investigación, una clave de lectura de las cosas) es capaz de revelar lo que no es inmediatamente visible a los ojos, lo que está escondido, lo que requiere el tiempo del conocimiento para ser revelado.

Con su Mensaje el Papa habla a los comunicadores, ciertamente; a los periodistas, seguramente; pero habla en general a todos. Porque todos nos comunicamos. Todos somos responsables del mundo que nuestra narración borda.

Nuestras narraciones son infinitas. Son escritas, habladas, filmadas; tejidas de palabras, imágenes, música; memoria del pasado y visión del futuro.

Nuestras historias son la vida que transmitimos.

Y a todos el Papa pregunta, ¿cuál es la historia que nos contamos? ¿Cuánto lo hemos vivido realmente, meditado, reflexionado, comprendido, antes de contarlo? ¿Es una historia verdadera? ¿Es una historia dinámica? ¿O es una historia falsa? ¿Es una historia tranquila? ¿Es una historia en la que hay un hombre y hay un misterio que lo encierra, o es una historia que borra nuestra humanidad? ¿Es una historia bien contada o es una historia mal contada? ¿Es una historia abierta a la esperanza o una historia cerrada? ¿Es una historia que acoge el mal o que busca siempre, en cada situación, la chispa del bien capaz de redimirlo?

Todas las historias sólo se entienden al final. ¿Cuál es el final de nuestras historias? ¿Qué espacio se deja al misterio de Dios, a la posibilidad de la redención?

¿Dónde está la sabiduría de la narración? “Los grandes sabios del pasado – ha escrito el Papa en la Laudato sí – correrían el riesgo de ver su sabiduría sofocada en medio del ruido dispersivo de la información. …La verdadera sabiduría, fruto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se adquiere con una mera acumulación de datos que termina por saturar y confundir, en una especie de contaminación mental”.

No siempre nos damos cuenta de lo importante que es el papel de la comunicación (y en ella de cada uno de nosotros cuando nos comunicamos) en ser instrumentos de comprensión o de incomprensión, en construir o destruir una conciencia responsable, en el nutrir o mal nutrir nuestras identidades en devenir.

A partir de estas preguntas, de esta asunción de responsabilidad que nos concierne a todos, podemos retomar el camino. Y retomarla, como creyentes, con la conciencia de un acontecimiento que ha cambiado la historia, iluminándola en el misterio de Dios que se hace hombre precisamente para redimirla. Ante este misterio, los Reyes Magos, conscientes de esa sabiduría que corremos el riesgo de perder en el torbellino de nuestras vidas, para proteger la historia que les había sido revelada y al Niño Dios que la encarnaba, fueron advertidos en un sueño de que para volver a casa había que elegir otro camino. También nos conviene, para encontrar el lugar que conserva el sentido de la historia y el relato, elegir un camino diferente al que nos ha llevado hasta aquí. Para empezar de nuevo necesitamos otro camino, otra historia, otra manera de ver, de contar, de hacer memoria, de construir – narrando – el futuro.

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