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Reflexiones vivas - La fe, el cine y los jóvenes. Fichas de análisis - Las llaves de casa
Medio cinematográfico, cine espiritual

Presentación de este espacio

Desafío
  • Teología y cine: un diálogo imprescindible

    Cine contemporáneo y escatología - Catálogo «La Vida es Bella»
  • Análisis de 115 películas

    La fe, el cine y los jóvenes.
    Fichas de análisis

  • El abuelo
  • El camino a casa
  • El color del paraíso
  • El noveno día
  • Hijos de un mismo Dios
  • Hotel Rwanda
  • La Terminal
  • Las llaves de casa
  • Los chicos del coro
  • Together

    Artículos
  • La presencia de la gracia en el cine. A propósito de Crash

    Recursos y sitios de interés
  • Cien películas con valores espirituales
  • Algunas fuentes sobre la fe en el cine
  • ACEC, Associazione Cattolica Essercenti Cienema Católica
  • Departamento de cine, Conferencia Episcopal Española
  • Movie Reviews
  • Semana de Cinema espiritual


  • Las llaves de casa
    En la debilidad está la fortaleza

    Director: Gianni Amelio.
    Países: Italia, Francia y Alemania.
    Interpretación: Kim Rossi Stuart (Gianni), Charlotte Rampling (Nicole), Andrea Rossi (Paolo), Alla Faerovich (Nadine), Pierfrancesco Favino (Alberto), Michael Weiss (Andreas), Barbara Koster-Chari, Anita Bardeleben (Doctora), Bernd Weikert (Policía), Thorsten Schwarz.
    Guión: Gianni Amelio Sandro Petraglia y Stefano Rulli.
    Producción: Elda Ferrii Enzo Porcelli.
    Música: Franco Piersanti.
    Fotografía: Luca Bigazzi.
    Montaje: Simona Paggi.
    Diseño de producción: Giancarlo Basili.
    Vestuario: Piero Tosi y Cristina Francioni.
    Estreno en Catalunya: 07.10.05
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    Gianni Amelio reúne en Las llaves de casa dos argumentos clásicos del cine espiritual: la paternidad con la filiación por un lado, y por otro la fortaleza con la debilidad.

    La imagen del padre es un tema recurrente en el cine, así desde la entrañable "El Chico" (1921) de Charlie Chaplin hasta la trágica "El regreso" (2003) Andrey Zvyagintsev el recorrido podría ser inabarcable. Recordemos algunos títulos recientes tales como "En el nombre del padre" (1993) de Jim Sheridan, "Big Fish" (2003) de Tim Burton o "Las invasiones bárbaras" (2003) de Denys Arcand.

    En todos ellas hay un configuración de la filiación desde la recuperación de la paternidad. No en vano Levinas, insistió en que la relación fundamente, no era tanto la reciprocidad complementaria de hombre-mujer, sino la maternidad/paternidad de la responsabilidad ilimitada.

    Por otra parte el tema de la discapacidad ha sido habitual en el cine. Recordemos al Dustin Hoffman en "Raiman"(1988), a Robert De Niro en "Despertares"(1990) o a Daniel Day Lewis en Mi pie izquierdo de Jim Sheridan. También se ha preocupado el cine de mostranos esta experiencia en niños y jóvenes entrañables como en "La ducha" (1999) de Zhang Yang, o en "Un mundo a su medida" (1988) Peter Chelson.

    Sin embargo, Amelio ha dado un paso más y ha generado su película desde la experiencia de un muchacho de quince años, Andrea Rossi, afectado de serias limitaciones motóricas y de expresión. A través de este joven actor el director ha plasmado la inspiración que le produjo la lectura de "Nacido dos veces" (Salamandra, 2002) de Giuseppe Pontiggia. Un libro que narra el testimonio personal de un padre que acompaña durante 30 años la enfermedad de su hijo discapacitado.

    El resultado será profundamente significativo y marcadamente poético. Veamos, las llaves de casa, nos explica el director, son el trofeo que el adolescente consigue cuando sus padres le conceden la suficiente autonomía. Y de eso se trata de tener la clave para abrir la casa.

    Y la película nos muestra un doble itinerario para conseguir estas llaves. El camino de un joven que avanza con renqueante esfuerzo y se expresa con seria limitaciones pero que ama plenamente la vida. Y el camino de un padre que no ha encontrado todavía la dignidad y el coraje para sostenerse. Dos minusválidos que se reúnen tras quince años.

    Paolo nace enfermo, su madre muere en el parto y su padre huye incapaz de asumir semejante responsabilidad. Unos tíos han sido los padres de adopción y con motivo de una operación ortopédica reclaman la ayuda del padre para que acompañe al muchacho a Berlín. Aquí comenzará un viaje que nos llevará hasta Noruega buscando un amor luminoso de Paolo y que terminará en un sorprendente encuentro.

    La película tiene una ambientación cercana al documental pero contrastada por la belleza de la fotografía (Luca Bigazzi) y la música (Franco Piersanti). Avanza desde el contaste del Berlín claustrofóbico del hospital a los cielos abiertos de Noruega.

    Construida sobre la base de las interpretaciones tiene en la espontaneidad de Andrea Rossi uno de los pilares del dueto. El esfuerzo del director por conducir el guión y captar las improvisaciones del joven marca la ambivalencia de la frescura y una cierto vagabundeo que si comienza sorprendiendo termina por convencer. A su lado Kim Rossi Stuart interperta a Gianni, un con sentimientos encontrados, en ocasiones un tantos rígidos, pero con suficiente trasparencia emocional. En el contrapunto Charlotte Rampling da vida a Nicole, una madre que ha consumido su vida en el cuidado de su hija seriamente incapacitada. La interpretación de su sufrimiento silencioso y sonriente es excepcional.

    La cuestión central se define en la misteriosa cercanía entre la vida y el sufrimiento. El padre se avergüenza de su paternidad, "no es mi hijo". Y esta negación le enfrenta a un profundo dolor. Sin embargo, el hijo acepta son ingenuidad y alegría el valor de una vida renqueante, pero maravillosamente viva. En el medio, como guía, Nicole ha aprendido en el sufrimiento a sonreír, en la renuncia a vivir.

    Sobrepasando el melodrama, Amelio nos enfrenta a la madurez de la paternidad en el arrepentimiento. "No es algo bello que llores", con esta palabra se comunica el perdón y la fuerza del que nacido de la debilidad tiene la fortaleza. Esta fuerza misteriosa, inesperada, humana y sobrehumana, natural y sobrenatural es la gracia hecha humanidad. O en las palabras paulinas "en la debilidad está nuestra fortaleza". Así pues, el aprendizaje de la paternidad se realiza en la vida, gozada y sufrida plenamente, siendo acogido y perdonando pero también aprendiendo a "cargar" con el otro.

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