INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Inteligencia artificial: el Papa y la clara llamada a la responsabilidad

En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, la invitación a no detenerse en la lógica de las soluciones técnicas, indica la necesidad de un enfoque antropológico, educativo, social y político

(weca.it).-Al leer el título del Mensaje para la Jornada de la Paz, «Inteligencia artificial y paz», nuestro pensamiento se dirige inmediatamente a los terribles acontecimientos de la guerra en Ucrania y Palestina, con las noticias que nos hablan de drones, misiles y bombas «inteligentes», programadas para causar el «daño menos aceptable» de vidas humanas durante la destrucción de objetivos militares. casi como si la vida pudiera medirse con un algoritmo. El Mensaje advierte que «el mundo no necesita realmente nuevas tecnologías para contribuir al desarrollo desigual del mercado y del comercio de armas, promoviendo la locura de la guerra», pero también propone una lectura más profunda: la «menor percepción de la devastación que causan y de la responsabilidad de su uso» contribuye «a un enfoque aún más frío y distante de la inmensa tragedia de la guerra». La complejidad de las tecnologías de IA tiende a difuminar los límites de las responsabilidades personales en su uso.

El Papa tiene un punto de vista realista, consciente del potencial positivo de la I.A., así como de los problemas que hay que afrontar para que la I.A. se ponga «al servicio del desarrollo integral del hombre y de la comunidad». Las cuestiones en juego no están relacionadas principalmente con las soluciones tecnológicas, ya que «siempre tienen una dimensión ética, estrechamente ligada a las decisiones de quienes diseñan la experimentación y dirigen la producción hacia objetivos particulares». Su impacto «depende de los intereses de quienes los poseen y desarrollan, así como de las situaciones en las que se utilizan». Por lo tanto, los desafíos que plantea la IA no son solo técnicos, sino también antropológicos, educativos, sociales y políticos.

La atención a la IA crece de la mano de la difusión de sus aplicaciones en la vida cotidiana y para todas las personas. Los expertos temen el desarrollo de técnicas de inteligencia artificial que, según creen, pueden producir sistemas que sean «más inteligentes que los humanos». A nivel institucional, se ha optado por el camino de las regulaciones legales, como la Ley de I.A. impulsada por la Unión Europea, que busca regular la I.A. a partir de la evaluación de los riesgos que puede presentar, con la intención sobre todo de identificar responsabilidades y proteger los intereses económicos.

Más bien, el Papa propone partir de un punto de vista antropológico, que se opone a la mentalidad tecnocrática, recordando por un lado la dignidad del hombre y su plena realización, y por otro el sentido de los límites. Sucede con demasiada frecuencia que los criterios de juicio predominantes expresan una mentalidad eficientista y una concepción puramente funcional de la realidad y del ser humano mismo, descuidando «las cuestiones más profundas sobre el sentido de la existencia humana, la protección de los derechos humanos fundamentales, la búsqueda de la justicia y la paz». Por lo tanto, «el proceso de discernimiento ético y jurídico puede ser una valiosa oportunidad para la reflexión compartida sobre el papel que la tecnología debe desempeñar en nuestra vida individual y comunitaria y sobre cómo su uso puede contribuir a la creación de un mundo más equitativo y humano».

El Mensaje coloca a la Iglesia en un papel protagonista en el debate en curso, con una contribución original. Las preguntas que el Mensaje pone en conocimiento de todos van a la raíz de las perspectivas de tecnologías complejas y poderosas, como las de la IA, capaces de realizar funciones sofisticadas y transformar la realidad que nos rodea: «¿Cuáles serán las consecuencias, a medio y largo plazo, de las nuevas tecnologías digitales? ¿Y qué impacto tendrán en la vida de las personas y de la sociedad, en la estabilidad y la paz internacionales?»

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