El vaticanista Andrea Gagliarducci pronostica que, al igual que León XIII se preocupó por la cuestión obrera, Prevost escribirá sobre Inteligencia Artificial
(alfayomega.es).-¿Qué cosas podemos esperar del pontificado que acaba de comenzar León XIV?
Podemos esperar lo que ya hemos visto en estos tres días. Ha tenido homilías muy preparadas personalmente y llamadas diplomáticas muy estudiadas, seguramente coordinadas con la Secretaría de Estado. Podemos prever mucho orden al hacer las cosas, pero también alguna sorpresa. Se nota que se prepara los discursos él mismo porque a los periodistas acreditados no nos están llegando antes de que los pronuncie sino después. Tendremos un papado muy normal desde ese punto de vista, aunque sí con alguna sorpresa.
El cardenal Prevost es una persona muy trabajadora y muy precisa, estudia los casos personalmente y siempre se lleva deberes a casa. Cuando tiene un objetivo lo lleva a término, le he visto hacerlo en otras ocasiones. Es una persona concreta y pragmática.
Las informaciones de dentro del cónclave apuntan a que fue elegido con una amplísima mayoría. ¿A qué se debe este consenso tan amplio?
as informaciones que yo tengo es que entró en el cónclave ya prácticamente como Papa. Muchos querían caminar en esa dirección. Un primer motivo es que dio un discurso en las congregaciones generales breve, pero del que algún cardenal me dijo que «nos encendió la luz». Lo vieron tranquilo y reposado y pensaron que era la persona adecuada para llevar esta carga.
Así que, cuando entró, ya se le señalaba de manera inexorable. La mayoría que lo ha votado ha sido muy amplia, pero también os obvio que, si miras los discursos en las congregaciones generales y, sobre todo la homilía del decano de los cardenales [Giovanni Battista Re, N. d. R.], el tema de la unidad lo recorría todo.
¿Qué más factores lo hacen tan ideal?
Este es un Papa entre tres mundos. Es de Estados Unidos pero ha sido misionero en Perú y conoce Europa bien porque fue superior de los agustinos. Así que buscaron una síntesis que pueda hablar a estas tres realidades. Es norteamericano pero no es como Trump, conoce las reglas y los símbolos y los respeta, no es una persona que piense que sean algo innecesario. Creo que también volverá al Palacio Apostólico, lo están arreglando estos días porque estuvo desocupado, pero seguramente en próximos días se instale allí.
De hecho, uno de los rasgos de su pontificado es que está retomando los símbolos tradicionales del papado.
Sí, cuando lo eligieron apareció con la muceta, es esta túnica roja que muchos asocian con el poder temporal. Pero en realidad es un signo desde siempre, que tiene sus orígenes en el Imperio Romano. Los emperadores iban de rojo y de blanco porque representaba a la vez el imperio de la muerte y el imperio del amor.
¿Tenemos alguna intuición sobre las primeras reformas que querrá implementar?
Yo creo que hasta septiembre no cambiará nada. Lo primero será nombrar un sucesor en el Dicasterio para los Obispos. También ha hablado mucho de la sinodalidad, así que se seguirá profundizando en ello. En América Latina es muy importante porque supone una importante forma de participación.
Se ha subrayado mucho su continuidad con el Papa Francisco.
Sí que habrá continuidad, pero no creo que será tan marcada. Los cardenales han elegido a un sucesor de Pedro, no de Francisco. Aun así creo que llevará adelante muchas cosas del mismo modo. Las reformas serán sobre la estructura, pero no sobre el Evangelio.
¿En qué estado hereda la Iglesia? ¿Cuáles son los problemas más urgentes a los que deberá hacer frente? ¿Cómo están las cuentas del Vaticano?
El desafío económico es una cuestión interna importante. Especialmente los bienes de la Iglesia o de la Curia, para ser más precisos. Ha habido problemas estos años. Se está haciendo una reforma financiera de la mano del resto de instituciones. Hay más nuevos mecanismos de control para las inversiones, aunque no todo lo que se hacía antes era equivocado. Por ejemplo, en cuanto al proceso Becciu por la compra de un edificio en Londres, ese es un tipo de operación clásica de la Santa Sede que ha llevado a cabo siempre. El problema de base no es hacer una inversión sino cómo se gestionan las cosas.
Otro tema grande es la caída de los ingresos. Durante toda la pandemia de la COVID-19 no se vendían entradas a los Museos Vaticanos y ahí se perdieron millones de euros. Además, en la última parte del pontificado de Francisco se barajaba la externalización en la gestión de muchos recursos. Por ejemplo, que las viviendas las gestionara una inmobiliaria italiana o vender el supermercado vaticano. Si se hace eso se podría perder mucho dinero.
En su momento varios informes señalaban que algunas de las viviendas que posee el Vaticano no se gestionan con eficacia y al final se alquilan por debajo del precio de mercado.
Había un sistema que, en vez de buscar rentabilizarlas, intentaba proporcionar un alquiler económico a los empleados del Vaticano, que tienen un sueldo algo más bajo de la media. No son para hacer dinero sino para ayudar a la gente que trabaja. Intentaba darles autonomía financiera. Pero ese sistema ahora está cortocircuitado porque se baraja darle un uso más especulativo. El debate es si gestionar el Vaticano como una empresa o como un Estado.
¿Qué más reformas se implementarán para una mayor transparencia económica?
Ya se está trabajando para una mayor transparencia económica, se han elevado los estándares de la Santa Sede a los internacionales y sus cuentas son también observadas por el Consejo de Europa. También tiene los requisitos de la ONU contra la corrupción. No creo que sea un proceso que les vaya a resultar muy difícil, es un poco técnico, pero se llegará.
¿Y en la lucha contra los abusos?
En cuanto a los abusos, el problema es encontrar un equilibrio entre las acusaciones generales y el bien que ya se ha hecho.
De hecho, el propio Papa ya ha sido acusado —aparentemente de forma fraudulenta— de gestionarlos incorrectamente.
También le ha sucedido a él. Es necesario un tipo de equilibrio, si no, es un caos. Se debe intervenir ante los abusos porque no se puede permitir ni uno solo, es un crimen y un pecado. Y al mismo tiempo, se debe entender cuándo se instrumentalizan para atacar a una persona.
Aparte de las de Francisco, hay un montón de iniciativas que ya pusieron en marcha Juan Pablo II y Benedicto XVI para hacer más fácil la denuncia de los abusos. Así que hay que superar una parte mediática que tiene un peso muy grande.
Un problema para la transparencia, y que ninguna regulación ha conseguido anular, es que puede haber diócesis donde haya un agresor protegido por un obispo. Por desgracia, no es la Iglesia universal la que lo controla todo y se debe fiar de quienes le reportan los casos. Aunque después vayan a analizar los casos el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, si antes no se reportan a nivel local, no se logra controlar. Por eso es importante trabajar en la formación de los sacerdotes y los obispos. Con las regulaciones no basta.
¿Sobre el nombre de León XIV qué opina? Su predecesor estaba muy preocupado por los obreros y el nuevo Papa ya ha dicho que la Inteligencia Artificial supone una nueva revolución industrial.
El Papa ha elegido un nombre que no se usa desde 1903 y que significa que comenzamos una nueva era para volver a las raíces. No es Juan, ni Pablo, ni Juan Pablo, que marcan una época anterior. Si León XIII escribió Rerum novarum, yo creo que la primera encíclica de León XIV será Rerum Digitalium. León XIII era un Papa de paz y portador de paz, ya tenía textos importantes sobre la importancia de un desarme en 1899.
De hecho una de las prioridades del Vaticano actual es crear un consenso contra las armas autónomas.
Propone crear para ello una organización internacional. Puedo decir que es algo que la Iglesia observa mucho porque también es un arma autónoma, por ejemplo, ponerse un chip en el ojo para apuntar mejor y eso afecta también a la naturaleza de la persona. Si se lleva adelante esta organización y se habla de ello, yo seré muy feliz.