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Consagrados, ¡involucraos en el Continente Digital!

«No tengan miedo de hacerse
ciudadanos del mundo digital»

(Francisco)

(xiskya.com).-«Por favor, Hermana, dígale a las demás religiosas que vengan ellas también aquí, las necesitamos». No sé cuántas veces me han repetido esta frase en Twitter. Y sé que cada vez somos más las que estamos presentes. Sin embargo, seguimos siendo pocos consagrados. En una investigación que estoy haciendo relacionada con este tema, me costó bastante encontrar a 20 religiosas (de habla castellana, inglesa, italiana y francesa) que tuvieran un número de influencia en redes sociales mayor de 40 Klout. Aunque lo positivo fue que de las 20, la mitad residían en España.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de entrevistar personalmente a Monseñor Claudio María Celli y le preguntaba: «¿Por qué el papa ha elegido estar en Twitter?» Él me respondió: «El papa quiere estar donde está la gente». Me consta que para muchos consagrados/as las redes sociales son un asunto muy secundario. Y que, incluso, se han subrayado más sus riesgos y peligros que sus oportunidades o la urgencia de que estemos presentes. Me lo decían con dolor hace nada los alumnos de 2º de Teología del Seminario de Monterrey (México) y soy consciente de ello. Gracias a Dios no es el caso de mi Congregación ni la de muchas otras. Esto no quita que seamos ilusos y que no veamos la necesidad de formarnos también en este terreno.

Hay tres hechos importantes que son innegables y que traen consecuencias directas a la vida consagrada:

  • Internet no tiene camino de retorno. No lo podemos frenar.
  • Nuestros jóvenes, y por ello nuestros futuros religiosos/as, son hijos de una generación digital.
  • La Iglesia institucional nos está invitando con insistencia a estar al Continente Digital para humanizarlo y para evangelizarlo. Y nos dice cómo hacerlo.

Ya hay, incluso, monjas de clausura que trabajan en el ámbito digital para un banco. Puedes leer la noticia aquí.

La misión de la Iglesia

Desde Juan Pablo II[1] hasta el papa Francisco[2], la Iglesia ha hecho una reflexión seria y profunda sobre cuál es la importancia y su papel en el mundo de las redes sociales. Francisco lo dice muy claro: «La comunicación contribuye a dar forma a la vocación misionera de toda la Iglesia; y las redes sociales son hoy uno de los lugares donde vivir esta vocación redescubriendo la belleza de la fe, la belleza del encuentro con Cristo.»[3] Esta afirmación se basa en el mandato de Jesús: «Id y anunciad la buena nueva a todos los pueblos» (Marcos 16,15-20) que es el fundamento de toda nuestra misión.

Internet no es una herramienta, es un lugar

El problema surge cuando consideramos las redes sociales como un instrumento y no como un lugar, un «Continente Digital»[4], como lo bautizó el papa Benedicto XVI. O como lo llamó el mismo San Juan Pablo II: «el primer areópago del tiempo moderno»[5]. Si entendemos esto, comprendemos que no tenemos excusas válidas para excluir a los habitantes de este Continente Digital, más aún si sabemos que es el lugar preferido de nuestros jóvenes y de los que viven en las periferias existenciales. ¿Qué no hicieron todos nuestros fundadores por los jóvenes y por los excluidos?

Si lo pensamos bien, no existe diferencia entre lo que vivimos en el mundo real y lo que vivimos en las redes sociales: «Las calles del mundo son el lugar donde la gente vive, donde es accesible efectiva y afectivamente. Entre estas calles también se encuentran las digitales, pobladas de humanidad, a menudo herida: hombres y mujeres que buscan una salvación o una esperanza.»[6]

Obligación de usar estos medios

Me impresiona mucho la reflexión de Pablo VI refiriéndose a los nuevos medios: «La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. Con ellos la Iglesia ‘pregona sobre las tejados’ (Lc. 12, 3) el mensaje del que es depositaria. En ellos encuentra una versión moderna y eficaz del ‘púlpito’. Gracias a ellos puede hablar a las masas.»[7]

La clave es el testimonio

Y comprendo que la gran preocupación es el cómo. ¿Cómo salir al encuentro? ¿Cómo estar presentes? ¿Cómo usar estos medios que nos han presentado como peligrosos? En mi opinión hay una sola diferencia sustancial entre evangelizar en el mundo 1.0 (el mundo real) y el mundo 2.0 (el de las redes sociales): la formación técnica, que esa se aprende rápido, pero sobre todo la mentalidad. Todos tenemos claro que cuando damos una clase, cuando curamos a un enfermo o cuando rescatamos a prostitutas, quizás no les hablamos directamente de Jesús pero estamos evangelizando con nuestro testimonio, con nuestra cercanía, con nuestro trabajo bien hecho, con la acogida preferente a los más necesitados, etc. Es decir, con el testimonio. Pablo VI lo captó muy pronto: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan – decíamos recientemente a un grupo de seglares -, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio.»[8]

Pero el papa Francisco va más allá: «No se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás “a través de la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana” (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2013).»[9]

Recordemos su ya famosa frase: «La Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción, por atracción materna, por ese ofrecer maternidad; crece por ternura, por la maternidad, por el testimonio que genera cada vez más hijos.»[10]

Lo fundamental para evangelizar en las redes sociales también es el testimonio. No podemos convertir nuestras redes sociales en simples tablones informativos. Tienen un potencial enorme para crear comunidad, para fomentar iniciativas y para llegar a encuentros presenciales.

Inculturizar el mensaje del Evangelio

Necesitamos con urgencia inculturizar en las redes sociales el mensaje del Evangelio: «Sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida.»[11]

Llevar el mensaje a los que no creen

Ya no podemos seguir esperando de brazos cruzados a que la gente venga a escucharnos. Nuestro mensaje compite con muchos otros que resultan, en la mayoría de los casos mucho más atractivos. Tenemos obligación de salir al encuentro también de los que no creen: «Así, una pastoral en el mundo digital está llamada a tener en cuenta también a quienes no creen y desconfían, pero que llevan en el corazón los deseos de absoluto y de verdades perennes, pues esos medios permiten entrar en contacto con creyentes de cualquier religión, con no creyentes y con personas de todas las culturas.»[12]

La comunicación digital para todos

Todo esto no nos hace ilusos, conocemos los riesgos, los más graves son los del aislamiento y el de establecer relaciones no saludables: «El deseo de conexión digital puede terminar por aislarnos de nuestro prójimo, de las personas que tenemos al lado», dice Francisco. Pero «estos límites no justifican un rechazo de los medios de comunicación social; más bien nos recuerdan que la comunicación es, en definitiva, una conquista más humana que tecnológica.»[13] De ahí la importancia de la formación que señalaba al inicio de este artículo. No podemos perder de vista el objetivo por el que estamos y estar alertas –como en todo en la vida- a discernir cómo son nuestras relaciones también ahí. 

Conexión como cultura del encuentro y la ternura

Nuestras conexiones deben fomentar una cultura de encuentro y de ternura, para muchos somos la única oportunidad que ellos tendrán de encontrarse con Dios y con la Iglesia: «No basta pasar por las ‘calles’ digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura»[14]

Finalmente, los religiosos no podemos olvidar la opción preferencial de Jesús por los más pobres. No es tan secundario, como algunos creen, llevar Internet ahí donde aún ni siquiera saben que existe[15]. Estamos dejando aislados del mundo a todos los que dejamos sin red. Y eso trae consecuencias muy graves de exclusión y aislamiento.

«Gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar ‘hasta los confines de la tierra’. Abrir las puertas de las iglesias significa abrirlas asimismo en el mundo digital, tanto para que la gente entre, en cualquier condición de vida en la que se encuentre, como para que el Evangelio pueda cruzar el umbral del templo y salir al encuentro de todos»[16]

[1] Cf. Juan Pablo II, El rápido desarrollo, 2 (2005).

[2] Cf. Francisco, Mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2014).

[3] Idem.

[4] Benedicto XVI, Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 de mayo de 2009).

[5] Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 37c (1990).

[6] Francisco, Mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2014).

[7] Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 45 (1975).

[8] Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 41 (1975).

[9] Francisco, Mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2014).

[10] Francisco, a los participantes en la asamblea diocesana de Roma (2014).

[11] Benedicto XVI, Mensaje para 43 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2009).

[12] Benedicto XVI, Mensaje para la 44 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2010).

[13] Francisco, Mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2014).

[14] Francisco, Mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2014).

[15] Cf. X. Valladares, ¿Necesita Internet un poblado sin agua? https://neupic.com/articles/necesita-internet-un-poblado-sin-agua

[16] Francisco, Mensaje para la 48 Jornada Mundial de las Comunicaciones (2014).

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