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La comunicación en tiempos del coronavirus

“Tenemos que quedarnos en casa dos semanas, porque si el coronavirus no ve a nadie, se va” (Testimonio de un niño de 5 años)

( signisalc.org).- En situaciones de calamidad, desastre o pandemia, como es el caso de estos tiempos de coronavirus, hacer comunicación tiene que tomar en cuenta que el ambiente social está dominado por una sensación justificada de vulnerabilidad, que es a su vez producto de la incertidumbre provocada por el factor que altera negativamente la cotidianeidad, desequilibrándola y poniéndola en situación de riesgo.  

En casos como el coronavirus, este ambiente podría tornarse tornarse dramático, porque lo que están en juego son vidas, lo que activa un mecanismo proteccionista de subsistencia que conduce conductas gregarias, o de primacía de la individualización, por un afán de sobrevivencia que se amuralla con prioridad en grupos familiares y primarios, muy cercanos a la vida de cada ser humano. Son situaciones en las que las prácticas de solidaridad son relegadas y absorbidas por la fragmentación que funcionaliza las dinámicas colectivas a la prioridad de la propia seguridad y sobrevivencia. Es decir, se tiende a ser solidario en la medida que la acción colectiva favorece la propia seguridad personal.  

Este factor conduce a asumir actitudes de extrema protección y de exagerada previsión, por lo que no resulta un proceso ajeno el reino del miedo provocador de situaciones de caos y de pánico, que agudizan socialmente el problema, por ejemplo con la arremetida consumista en los mercados, farmacias y centros de abasto, especialmente cuando los discursos de autoprotección no tienen como contraparte una adecuada y oportuna información.

Otro factor que opera en estas situaciones es que, en el ambiente cotidiano, la apropiación del riesgo se asume con un sentido de ilusión, o como un hecho externo, ajeno, foráneo, que se espera no llegue, aunque se sabe al mismo tiempo que está tocando las puertas de cada vivienda y que, para no abrirle el paso, es preciso conocerlo a fondo, así como los mecanismos para impedir su ingreso. A diferencia de la anterior situación, en estos casos, que externalizan el problema, se podría caer en situaciones de un exceso de confianza que podría conducir al descuido o a la justificación de la inexistencia de posibilidades para tomar las previsiones, como es el caso, por ejemplo, de la población en situación de extrema pobreza que, por sí misma, no tiene las condiciones para su protección y entonces, ilusoriamente, o con resignación, minimiza el problema.

El resultado de estas y otras situaciones, derivan en la construcción de un estado social de excepción, en el que la combinación de una pandemia de constitución poco conocida, que se enlaza con una situación de anomia individual y colectiva, hacen más difíciles las soluciones.  

En algunos casos como actualmente el boliviano, estos tiempos de coronavirus se están combinando además con la coyuntura de elecciones nacionales previstas para el 3 de mayo. Y por si fuera poco, esta situación combinada se sitúa en los tiempos largos de una arraigada economía de mercado. Esta triada se encarga de mostrar el rostro inhumano de un sistema no normado que se regocija con el ocultamiento de productos y la subida de precios de los artículos necesarios para combatir la pandemia, así como de los alimentos; o con el bloqueo a soluciones de conjunto como el acceso a los centros de aislamiento de los casos comprobados de Covid-19; o con el abandono de mascotas en las calles porque alguien dijo que son transmisores del virus; o con la búsqueda de preferencias desmedidas por parte de algunos en las concesiones económicas que se agudizan con la crisis, evidenciando así que la vida importa menos que el capital, y que la colectividad es un valor de uso secundarizado por el individualismo.

Tiempos de pandemia como el coronavirus desnudan no sólo las limitaciones humanas sino también las carencias materiales, más cuando como en este caso, no se conocen con exactitud los modos de impedir con eficacia su expansión y no se tienen consignados los recursos para su curación. La pandemia ha venido a desnudar las enormes carencias de inversión y limitaciones en la capacidad de infraestructura y equipamiento en el campo de la salud que tenemos la mayoría de países. En estas condiciones, la voluntad, compromiso, calidad y calidez de los profesionales de la salud, no son suficientes para acometer con eficacia la atención de un problema que ha puesto en vilo incluso los avances de la ciencia médica.

En los casos donde ocurren al mismo tiempo proceso electoral más coronavirus, se debe reconocer que no son una buena combinación para posicionar un sentido válido de la vida, porque ambos se disputan el centro de atención y resultan convirtiéndose en una pésima coincidencia. Definitivamente, no se combinan, por lo que uno de los dos debería entrar en receso. Y como no depende de una decisión política que el coronavirus salga de nuestras fronteras, lo más factible resulta plantearse una pausa electoral. Pausa que no implica, necesariamente, postergar fechas de comicios electorales, pero sí frenar las campañas, con un acto de desprendimiento de cada frente político quitándose por un tiempo sus camisetas para ponerse la del país, de modo que todas y todos, unidos, combatamos material y virtualmente la pandemia que se ha convertido en una amenaza que desnuda nuestras fragilidades como país en el campo de la salud, de la coordinación interinstitucional y de las empatías con las ciudadanías.  

¿En este ambiente en el que las mentes y los corazones de los ciudadanos están preocupados por conocer los modos de sobrevivir a la pandemia, para lo que se resisten a abrirle las puertas de sus hogares, será posible suponer que podrían predisponerse a congeniar con las promesas celestiales de los candidatos, o con sus condenas a los contrincantes electorales?

Comunicación para la vida en tiempos de vulnerabilidad y muerte

Este es el ambiente en el que hay que hacer comunicación, dejando claramente establecido que su razón de ser en situaciones de desastre social es la vida de las personas. En realidad, la comunicación se hace parte fundamental de la construcción y puesta en operación de soluciones. Esta disciplina, que tiene la capacidad de articular fronteras entre el mundo individual y social; entre los espacios público y privado, entre el pasado el presente y el futuro; y entre distintos campos como la salud, la espiritualidad y la protección social, suele jugar un papel en extremo importante tanto en las fases de previsión, como en las de prevención y las de solución.

Situaciones de vulnerabilidad por incertidumbre, condicionan que el sentido de la comunicación en tiempos de coronavirus, se desarrolle considerando mínimamente cinco características: 1) por su concepción, la comunicación en situaciones de desequilibrio social es esencialmente educativa, con un sentido relacional y acciones de orientación y acompañamiento, ya sea como previsión, prevención o soluciones; 2) las estrategias adecuadas son multimediáticas, es decir que una construcción discursiva se comparte por distintos medios que intervienen desde su propia naturaleza y lenguajes; 3) la comunicación cumple un rol informativo crítico y orientador, oportuno, urgente y absolutamente realista y transparente; 4) acompaña los procesos de solución del problema alimentando sentipensamientos constructivos; y 5) se realiza en un diálogo entre autoridades y ciudadanos, para tejer comprensiones, acuerdos, complicidades e involucramientos compartidos para las soluciones, con la dirección de una voz oficial que pregona con el ejemplo.

Comunicación educativa  

Siguiendo a Paulo Freire, que pone en el centro de atención de la educación a la acción creadora de las personas, Daniel Prieto dice que la comunicación educativa “no se concentra solo en producir y enviar mensajes, sino por acompañar aprendizajes en el seno de las relaciones naturales y por crear dentro de las comunidades”. Analicemos con detenimiento este planteamiento, que pareciera asincrónico en contextos en los cuales la necesidad de información no siempre contempla la necesidad adjunta de la apropiación discursiva en las poblaciones desde sus propias condiciones de vida, y desde sus temores, propuestas y esperanzas.

Especialmente en los círculos estatales y, por supuesto también en los privados, la urgencia de la información suele llevar a aislar el mundo de la emisión del de la recepción, del mismo modo que los razonamientos de los sentimientos, o a las autoridades de los ciudadanos. Digámoslo claramente, hacer comunicación en situaciones de pandemia no consiste en saturar el ambiente social de mensajes, sino en garantizar su apropiación útil por parte de los ciudadanos que se involucran en las soluciones como individuos y como sociedad.

Se debe tomar en cuenta por una parte la interrelación entre autoridades y ciudadanos, asentándola en el elemental ejercicio de saber escuchar los temores, dudas, esperanzas, reclamos y propuestas ciudadanas, poniéndose en su situación, es decir, colocándose en el lugar desde donde construyen sus discursos y dialogar con ellos, reconstruyendo narrativas de preservación de la vida. La pregunta de partida es: ¿tienen todas y todos, las condiciones mínimas para sobrellevar las recomendaciones más elementales que podrían impedir la propagación de la pandemia?

Como la respuesta más probable es que no, en las medidas procesuales que tomen las autoridades (suspensión de clases, limitación a los vuelos de y hacia algunos países, número limitado de concentración de personas, suspensión de actividades públicas, horario continuo, aislamiento en hogares a partir de una hora x, liberación de aranceles para la importación de productos, cierre de fronteras, cuarentena … y otras), es imprescindible, en el campo de la comunicación, otorgar condiciones para el acceso, diálogo, participación y convivencia de la población, incentivando acciones relacionales en los distintos medios, públicos y privados, para una información adecuada, orientaciones pertinentes y exposiciones de casos de las poblaciones que lleven a las autoridades a superar posibles impasses producto del ambiente de extrema vulnerabilidad por la alta incertidumbre.

Situaciones de crisis y de pandemia, son terreno inexorable e ineludible de reconocimiento de una mayoritaria expectativa, expresión y apropiación de mensajes desde el mundo denso de las emociones. Muy difícilmente, sin un trabajo educomunicativo, la racionalidad primará por sobre los sentimientos. Por eso es necesario trabajar integralmente los sentipensamientos, es decir, el conocimiento a partir de las subjetividades, las sensibilidades, las espiritualidades, las creencias, las intuiciones y los impulsos que impelen a actuar, en relaciones donde los sentimientos son inseparables de los pensamientos.

Por lo tanto, la comunicación en situaciones de coronavirus es más cuestión de mediaciones que de medios, o de construcción de imaginarios y sentidos de vida más que de transmisión de mensajes, porque los procesos de comunicación se realizan en el polo de la recepción, donde los sujetos están interactuando cotidianamente con sus propias subjetividades, con sus entornos sociales, culturales, políticos, espirituales, con la naturaleza, el cosmos y sus ilusiones, tendiendo puentes con lo conocido y lo desconocido, y con lo vivido y por vivir. Así los temores y las dudas se entremezclan con los razonamientos en los acercamientos a la realidad con mirada de futuro, avanzando hacia él con intuiciones al mismo tiempo que con esperanzas y con decisiones argumentadas, en un terreno de complejidad e incertidumbre.

Un claro ejemplo de lo dicho lo constituye la resistencia de vecinos en varias ciudades a la habilitación de zonas de aislamiento para los casos comprobados de coronavirus. La primera reacción a estas actitudes, ciertamente reñidas con los propósitos de salubridad y condenables desde todo punto de vista, suele concentrarse en su enjuiciamiento como acciones inhumanas, cavernícolas, conspirativas o criminales. El Estado tiene dos maneras de resolver estos impasses, por la vía coercitiva si las razones fueran de orden político, y por la vía de la persuasión en cualquiera de las posibilidades.

En este espacio juega un rol decisivo la comunicación que, al tener un sentido fundamentalmente educativo, se basa en el desarrollo de espacios de diálogo, con mutua explicación de los temores, expectativas y acciones con el propósito de llegar a acuerdos que convengan al conjunto de la sociedad. Un ramillete de spots difusivos no lograría nunca jamás los mismos resultados que un proceso participativo de resolución de conflictos y de construcción de acuerdos, sabiendo que -lo demuestra la realidad- la aplicación de las políticas gubernamentales, por más pertinentes y adecuadas que sean, como los hospitales centinela o el distanciamiento social, no van a funcionar sin la complicidad y apoyo conviviente de las poblaciones.

Estrategias multimediáticas

Es por estas situaciones que la propuesta educomunicativa, en su realización, debe ser esencialmente multimediática y multidiscursiva. No se puede trabajar solamente por medios masivos tradicionales (televisión, radio, prensa), ni tan sólo por redes sociales, ni tan sólo por medios grupales, sino que se los debe combinar adecuadamente, por supuesto a partir de la naturaleza y lenguaje de cada medio.

Estas situaciones exigen paralelamente la construcción discursiva tanto en el plano del cuidado personal (lavarse las manos adecuadamente, no saludarse dando la mano, toser cubriendo con el brazo…), como de medidas basadas en el distanciamiento social (aislamiento en el hogar, reducción de reuniones, cierre de locales de eventos…). El desafío comunicacional radica en que ambas dimensiones deben saber compartirse evitando la confusión y la subsecuente resistencia a su aplicación, para lo que es imprescindible otorgar una adecuada explicación, tomando en cuenta además las características socioculturales de los espacios donde se desarrollen.  

Por ejemplo, el metro, el teleférico y los buses son espacios idóneos para posters o trípticos con explicaciones claras sobre cómo toser para evitar contagios, con demostraciones rápidas y prácticas en las filas de espera. O la estrategia puerta a puerta explicativa de las medidas, es mucho más necesaria ahora que las visitas de los candidatos electorales. En los aviones y buses, además de las demostraciones personales, los videos cumplirán un rol instructivo de primer nivel. La televisión y la radio, antes que grandes análisis de especialistas (lo que es necesario en espacios especializados para públicos interesados), deben abundar en la exposición didáctica de las medidas de previsión, prevención y posible solución.

En nuestros tiempos, las redes cumplen no solamente un rol informativo, sino también un nocivo papel de desinformación y alarma, con mensajes que se reproducen con la misma fuerza arrasadora de la pandemia. Actúan como catarsis, en algunos casos, siempre que no caigan en la banalización que provoca la subestimación o sobreestimación de un monstruo que tiene que ser resistido. En tiempos de fake news y coronavirus es menester activar la duda y preguntarse si las noticias o memes que circulan serán ciertas, o no. Los pulgares no pueden dominar a las mentes.

Y como las redes sociales no se someten al derecho a la información, sino que se regocijan en el mundo de la libertad de expresión, con fuertes desviaciones de libertinaje, para que cumplan un rol de orientación, del mismo modo que los otros medios, deben ser alimentados con mensajes que orienten, informen y sean útiles para enfrentar responsablemente los impactos nocivos del coronavirus y su expresión en el Covid-19. Hay que hacer tendencia con los mensajes que acompañan soluciones.

Información trascendente, para garantizar la vida

Un factor comunicacional clave en estas situaciones de incertidumbre es la información adecuada, pertinente, orientadora y oportuna. Para desarrollarla, es imprescindible recuperar de las prácticas tradicionales del periodismo el sentido de la noticiabilidad para la información con veracidad, respetando los códigos de ética contemplados en el derecho a la información, siguiendo disciplinadamente el cumplimiento de principios como los siguientes:

i)  Cero propaganda y publicidad. Un principio eje de la información en situaciones de pandemia es eliminar todo rasgo publicitario, puesto que, en este caso, queda claro que el coronavirus no es un producto comercial a ser vendido, ni tampoco es un recurso electoral a ser aprovechado. En consecuencia, ninguna persona ni organización pueden valerse de esta situación de vulnerabilidad para querer instalar promesas o posicionar imágenes. Que nadie busque ganarse medallas, ni reconocimientos, ni votos con la preservación de la vida.
 
ii)  Decir siempre la verdad. No hay mentiras buenas en situaciones de pandemia. La información responsable, sin alarmar, ni ocultar evidencias, es un recurso necesario tanto para las medidas correctas como para los comportamientos individuales y sociales adecuados. Sobre todo, no se puede mentir sobre las soluciones, difíciles soluciones, que con frecuencia se suelen mostrar con exageración para justificar posicionamientos y eficacias institucionales.
 
iii)  Promover solidaridades. Dijimos que en estas situaciones el individualismo personalista se impone a los rasgos de solidaridad por una reacción de sobrevivencia. Por lo tanto, la solidaridad no es un proceso en desarrollo, sino una condición por construirse. Y los modos de hacerlo desde la comunicación, pasan por el involucramiento, la participación, el protagonismo ciudadano y el desarrollo de acciones con complicidades, con la ciudadanía sabiéndose parte de las soluciones. Como las iniciativas son tomadas por los gobiernos, éstos tienen que mostrarse sin propósitos ni electorales, ni de posicionamiento, ni de consolidación partidaria. Su misión es su país.  
 
iv)  Tejer esperanzas. Las soluciones son las encargadas de encaminar alternativas de reconstitución de la normalidad social, cultural y política con el menor daño posible, asumiendo las lecciones aprendidas. Por esto es que las esperanzas no son solo una meta colocada en el futuro, sino una realidad que se construye paso a paso, día a día, medida a medida, con la intervención colaborativa de ciudadanos y gobernantes, como tarea de todos.  

La información en tiempos de pandemia rompe con prácticas condicionadas por la espectacularización de la vida, o por la búsqueda de la primicia informativa, o por la consecución de ratting. No es la economía de mercado la que prima en estos momentos de excepción, es la filosofía de la vida la que conduce la recomposición de las sociedades. Hay que poner los medios y la generación de discurso a la altura del desafío.

Codo con codo: mediaciones con sentipensamientos

No se pueden dar por sobreentendidos los componentes del problema. El Covid-19 es desconocido y nuevo para todos. En consecuencia, cada medida que se tome tiene que contar con explicaciones de qué se trata, para que se entienda y se asuma. Por ejemplo, si se dijera que el propósito del país es evitar la transmisión comunitaria del coronavirus, lo que no depende de la emisión de un decreto, sino del desarrollo de acciones pertinentes, entre todos, la población tendría que saber que se trata de una fase avanzada de la invasión de la pandemia, que ocurre cuando el virus ya camina en todos las direcciones y se arrima en todos los rincones de los hábitats y vida cotidiana, sin capacidad de ser contralado, por lo que podría generar incalculables daños indeseados.  

Saber esto con valoración adecuada, tiene que acompañarse con explicaciones claras de que la primera fase se produce por la presencia de casos de afectación producto de su importación por quienes estuvieron en países ya contaminados. Y como los países con afectación posterior a la de otros cuentan con referentes de lo ocurrido en otras fronteras, tienen el tiempo y las condiciones para desarrollar un adecuado proceso de preparación contemplando el carácter integral que supone enfrentar la llegada de la pandemia.  

Es ya conocido que la segunda fase se caracteriza por la transmisión local del Covid-19, es decir desde los afectados hacia sus entornos compuestos por las personas con los que mantuvieron contacto. En este caso, las medidas que se tomen y también los mensajes de los procesos de comunicación, deben girar en torno a su contención, con acciones combinadas de cuidado personal y de mitigación o distanciamiento social, para controlar la transmisión local y evitar su expansión a nivel comunitario. La tercera fase, producto de que la enfermedad explosiona y se expande raudamente, es de transmisión comunitaria, que se caracteriza porque el virus se ubica en el ambiente con la posibilidad de abarcar a quien se exponga especialmente a lugares de alta concentración de personas. Finalmente, la cuarta fase, de transmisión sostenida, escapa a las medidas de control y se hace difícil de controlar.  

Los países están haciendo esfuerzos por evitar pasar de la segunda a la tercera fase. Los decretos ya están lanzados con variantes que se adecúan a cada contexto. Sin embargo, un decreto no resuelve el problema, solo canaliza los caminos posibles para trabajar soluciones que son tarea de todos. En consecuencia, es necesario involucrar a la población y aquí interviene la comunicación, activando los sentipensamientos con convicción y con conocimiento, tanto en la adopción de las medidas que definen los gobiernos, así como en un sentimiento de que, con su cumplimiento, la ciudadanía se hace parte de la solución, aportando a los propósitos de derrotar la pandemia que está ocurriendo en tiempo real y en paralelo en todo el planeta.

Una medida de distanciamiento social con aislamiento en los hogares, constituye una situación sociocultural especial que rompe la cotidianeidad. Técnicamente es una medida adecuada que necesita ser reforzada y consolidada desde las propuestas de los medios de comunicación, con programaciones que se innoven tanto en la difusión de las medidas sobre la pandemia, así como con ofertas que se realicen para alimentar la situación de encuentro y socialización familiar en el hogar. Los medios de comunicación tienen que volver a pensarse como las compañeras de la vida de las personas, ahora convivientes de grupos primarios que deben trabajar su cotidianeidad labrándose condiciones para enfrentar la pandemia y tejerse futuro, desde ellos en relación virtual con otros grupos familiares.

Los momentos de información deben estar identificados y no invadir otros espacios mediáticos que son necesarios para poner la mente y la atención en otros temas, como por ejemplo alimentar el sentido de responsabilidad que supone el aislamiento en tanto medida para protegerse y para contribuir al bien común. Por eso, en estas situaciones, se debe evitar la sobreinformación por más bien intencionada que esté, porque en una situación de aislamiento ya sea personal o colectivo, suele generar ansiedad.  

Las programaciones de los medios de comunicación en estas situaciones tienen que ser creativas para acompañar la realización de actividades físicas y manuales dentro el hogar; o espacios de interacción como concursos, o pedidos musicales, que tienen la capacidad de generar empatías en las audiencias. No se olvide que enfrentar a la pandemia es cuestión de todos, no de una autoridad, ni de un profesional iluminado, ni de un conjunto de autoridades, sino de toda la sociedad, por lo que se deben promover y acompañar espacios, momentos y actitudes colaborativas, en equipo, siguiendo un plan diario que marca rutinas familiares, a sabiendas que la prioridad la tienen los niños. Es tiempo para recuperar los relatos de los abuelos y las historias de solidaridades que no sólo alimentan la espiritualidad y subjetividad personal, sino también las historias colectivas.

Por sobre todas las cosas, los mensajes deben ser, además de claros en las condiciones y consecuencias de la pandemia, esperanzadores en sus posibilidades de solución con el aporte de todos. Hay que inventar alternativas adecuadas de convivencia y construcción de esperanzas, dinamizando las capacidades sociales de desarrollo de soluciones compartidas y alimentado prácticas sociales de resiliencia, es decir la capacidad de una comunidad, sociedad u organización expuestas a una amenaza, para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse.

Pregonar con el ejemplo

Multiplicidad de voces rondan en el ambiente. Y cada una pretende convertirse en la última palabra. Algunas tienen fundamento. Otras navegan en el mar de las especulaciones. No faltan las que tienen por vocación desorientar. El mundo comunicacional no tiene fronteras y los conocimientos se abren a los miedos, los atisbos y las alternativas que empiezan a rondar por el planeta a la par que el coronavirus.

En un ambiente como éste, polifónico, es imprescindible la guía de una voz oficial, una capaz de aglutinar en consensos otras voces para convertirlas en una y organizar con ella la acción colectiva. Esta voz oficial, expresada por el más alto nivel de autoridad del territorio que corresponda debe tener presencia permanente, como compañía y como guía. Tiene que ser oportuna; directa, sin rodeos; clara, que no de lugar a dobles interpretaciones; orientadora; inclusiva y esperanzadora.
Esta voz, una, no puede caer en contradicciones porque genera confusiones en un ambiente social que ya es confuso, porque las contradicciones no sólo que alimentan la incertidumbre, sino que adoquinan niveles de desconfianza, lo que podría resultar en situaciones fatales de mayor anomia. Un ejemplo, los horarios declarados de aislamiento domiciliario, tienen obligatoriamente que guardar correspondencia con los horarios de trabajo. Si se decreta horario continuo, el inicio de éste y su finalización tienen que tener un tiempo prudente para la finalización e inicio del aislamiento domiciliario.  

La voz oficial no puede estar sometida a niveles de creación de expectativa porque debe ser directa, sin rodeos que den paso a las especulaciones. Su emisión ocurre en el momento oportuno de una situación en la que todo es urgente. Salvo con fines programados de darle tiempo a la población para que se abastezca de víveres, no se puede anticipar que se adoptará una decisión de cuarentena, genera caos más que encaminar soluciones.

Predicar con el ejemplo pasa comunicacionalmente por adoptar un lenguaje inclusivo para un tema que en la realidad no excluye a nadie. El nosotros es el término adecuado que representa posiciones de gobierno e incluye responsabilidades compartidas con la ciudadanía. En estas situaciones el yo es un recurso lingüístico impertinente, que podría tener impacto de posicionamiento personal, posiblemente, lo que no es válido cuando el desafío es arribar a soluciones colectivas en un problema comunitario.

Cada día, cada paso, durante el proceso y a su conclusión, tiene que servir como escenario de lecciones aprendidas, en todos los campos: de política pública, financiero, de capacidad logística, de atención profesional, de comunicación, de coordinación interinstitucional, y otros, para enriquecer las capacidades del país en situaciones inesperadas e indeseadas como la que sobrevivimos.
La intervención estatal en la solución de pandemias es una intervención de liderazgo con acompañamiento ciudadano; de un liderazgo que demuestra en la práctica que la prioridad es la población; de un liderazgo inclusivo sin colores partidarios; y un liderazgo que comparte iniciativas con todos los sectores.  

Este liderazgo se consolida en su capacidad de coordinación y comando de la toma de decisiones y del proceso de realización de las medidas de protección como el abastecimiento médico y alimentario; de servicio, como un plan de limpieza y salubridad o transporte adecuado; de atención, como las condiciones de curación de los afectados; de orden, con medidas claras y compartidas; de esperanza, con intervenciones oportunas.

La comunicación tiene dos dimensiones que operan sobre los imaginarios: una de interacción mediante el intercambio de mensajes y de discursos; y otra de práctica social, mediante la construcción de sentidos de vida. En tiempos del coronavirus, la comunicación provoca interacciones con orientaciones, información y espacios de diálogo que generan corresponsabilidades y solidaridades; así como con la participación individual y colectiva en el cumplimiento de las medidas, con lo que garantiza su seguridad personal y familiar, además de contribuir a la seguridad de la sociedad.

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