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¿La tecnología sabe más de nosotros que nosotros mismos?

(revistaecclesia.com).-Hoy, en un período de aparente libertad conquistada por nuestras sociedades, vivimos a merced de otro tipo de control, de forma voluntaria y sin apenas darnos cuenta. Cada vez que encendemos nuestro teléfono móvil, cada vez que hacemos una compra por internet, buscamos un lugar donde marchar de vacaciones o contratamos un seguro, estamos cediendo voluntariamente datos.

La sociedad vigilada ha sido precisamente el tema del tercer foro de la serie Encuentros para nueva era celebrado en la Fundación Pablo VI y que emitió este 26 de febrero TRECE. Con la presencia de Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores y exvicepresidenta del Banco Mundial; Ángel Gómez de Ágreda, analista geopolítico y autor de “Mundo Orwell”Francesc Torralba, filósofo, teólogo y catedrático de la Universidad Ramón Llull; Mar Cabra, periodista, especialista en análisis de datos; y Adriana Maldonado, eurodiputada en la Comisión para el Mercado Interior y Protección al Consumidor.

¿Sabemos que se hace con toda esa información que nosotros mismos ofrecemos? ¿Conocen lo que consumimos, donde viajamos, nuestros gustos, afinidades o preferencias políticas? ¿Quién controla a quien nos controla? ¿Peligran nuestras democracias?

«Compartimos datos sin ser conscientes de que los estamos compartiendo», comienza Gómez de Ágreda. Tendemos a verlos desde un punto de vista económico y comercial, pero en el fondo lo que estamos dando «no es una parte del tener, sino del ser», de nuestra personalidad, de nuestros gustos. «Las plataformas donde dejamos nuestros datos llegan a conocernos más que nuestras propias parejas» y, simplemente por el hecho de activar nuestra geolocalización ya están siguiendo nuestros movimientos.

La periodista Mar Cabra, premio Pulitzer junto a 400 periodistas, por su ingente trabajo de análisis de datos en los llamados «papeles de Panamá», cree que los ciudadanos« estamos enfrascados en una “lucha desigual” entre nuestras “emociones paleolíticas” y una tecnología “que sabe mucho más que de nosotros que nosotros mismos” y que tiene el poder, a través de mecanismos como los algoritmos y la inteligencia artificial de cambiar nuestros propios comportamientos». Por eso, hace un llamamiento «a “dar el salto” para convertirnos en “ciudadanos digitales” con conciencia sobre estos temas».

La exministra de Exteriores, Ana Palacio, no está de acuerdo en «mal usar» de este modo el término ciudadanía. «Nosotros a estos servicios nos acercamos como consumidores, que no es lo mismo». Sin embargo, hay que ser consciente de que estamos metidos en un sistema «que nos incita a ser más consumidores y menos ciudadanos». Las redes sociales, las plataformas de vídeo e imagen nos han hecho «narcisistas» y disminuir nuestra capacidad de atención.

La construcción de la posverdad

Las redes sociales, la comunicación digital y el mundo virtual han contribuido también a generar un clima global de desconfianza, y la sensación, en palabras del moderador Jesús Avezuela, de que se está produciendo una especie de “reescritura de la historia para aproximarla a determinados intereses, de tal modo que no se sabe qué es verdad y qué no lo es”. El filósofo Francesc Torralba, autor, entre otros libros, de “Vivir en lo esencial”, cree que, efectivamente, en este momento hay tal multiplicidad de relatos y de fake news que es muy difícil verificar lo verdadero de lo falso. Vivimos en un momento en el que lo que interesa “no es lo que ha pasado, sino lo que quiero pensar que ha pasado. Hay un desprecio a la objetividad, a lo que realmente ha sucedido y se construyen relatos paralelos que llevan al que no ha vivido esa circunstancia a creerse cosas que pueden ser inventadas”. Por eso, apuntó, es “imprescindible formar personas con capacidad crítica y de discernimiento para poder reconocer qué fuentes son más dignas de credibilidad y cuáles no”.

Ana Palacio lo tiene claro: “lean ustedes. Un libro te abre mundo, seguir una serie de Netflix te los cierra”. Porque la lectura “fomenta el espíritu crítico, te ayuda a cuestionarte” y nuestra cultura, “muy vinculada a la evolución del pensamiento cristiano, es una cultura de discernimiento”. Para la exministra, por mucho que las plataformas tecnológicas creen fórmulas de verificación de las fake news, el mensaje es que “ninguna muleta te va ayudar a discernir”, ya que estas tecnologías creadas para detener los bulos, acaban siendo superadas rápidamente por otras más precisas para crearlos.

¿Más vigilancia es más seguridad?

El debate sobre si más vigilancia es más seguridad está abierto en nuestras sociedades. La globalización ha introducido el miedo, la inseguridad y la desigualdad como daño colateral, tal y como recoge el filósofo Zygmut Bauman en su libro Collateral Damage: Social Inequalities in a global age. En efecto, lamenta Torralba, asumimos casi como una necesidad vivir “fichados” o “controlados”, pero lo cierto es que con estos datos “estamos dando información que dice mucho de nosotros mismos”. “Estamos dejando trazabilidad de todos nuestros movimientos en la red, de forma que es muy fácil saber dónde ha ido qué ha comido, en qué gasolinera ha repostado, qué película ha visto en ese hotel. Uno deja ingenuamente traza de toda su toma de decisiones y esto nos hace más vulnerables a toda estrategia publicitaria”.

Y después saltan alertas como lo que se ha producido con la bicicleta estática de Biden, que es mucho más que una simple anécdota, asegura el experto en geopolítica Ángel Gómez de Ágreda. Este elemento de la vida cotidiana del presidente de EEUU ha tenido que ser retirado de la Casa Blanca por el riesgo de poner al descubierto información muy confidencial de su estado de salud. “Parece una simple anécdota, pero ¿por qué solo la bicicleta de Biden?”, se pregunta el militar. Nosotros también con nuestros smartwaches o nuestras pulseras inteligentes, estamos poniendo al descubierto información sobre nosotros y eso hace que perdamos “tanto libertad como seguridad”. “Al acercarnos a la red como consumidores, puntualiza, ganamos en comodidad pero, ni estamos seguros ni somos más libres, porque con esos datos están configurando nuestra visión del mundo”.

Antes de finalizar, la periodista Mar Cabra, autora de un blog sobre cómo lograr el bienestar digital, da unas claves para afrontar esta “lucha desigual” entre el hombre y la tecnología. “Podemos optar, por ejemplo, por dejar el teléfono fuera de la habitación al irnos a dormir, ponerlo en modo avión o evitar mirarlo constantemente. Porque cada vez que nos distraemos, por ejemplo, tardamos una media de 23 minutos en volver a concentrar la atención”.  Nosotros mismos podemos decidir “cómo nos queremos relacionar con la tecnología”, concluye.

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