En el Diccionario de la Doctrina Social de la Iglesia, Anna Maria Tarantola subraya que «un algoritmo no es capaz de promover el crecimiento de la persona», por lo que se necesita urgentemente un cambio de método incluso en las universidades
(vaticannews.va/it/).-La revolución tecnológica que estamos viviendo tiene características completamente nuevas en comparación con las revoluciones anteriores, especialmente por su rápida y continua evolución y el enorme impacto que está produciendo en todos los aspectos de la vida humana. De particular importancia es el desarrollo de la Inteligencia Artificial. El Papa Francisco en muchos de sus discursos (Laudate Deum; Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2024; Discurso en el G7) destacó la necesidad apremiante de conocer la IA en todos sus aspectos, positivos y negativos, y de tener el coraje de proponer acciones correctivas y, si es necesario, frenar la IA cuando sea perjudicial para el bienestar de toda la humanidad, sin excluir a nadie. El uso generalizado de herramientas digitales tiene un efecto significativo en las generaciones más jóvenes, que son los principales consumidores de las mismas, a menudo inconscientes de los riesgos relacionados debido a su confianza incondicional en la tecnología (el llamado optimismo injustificado).
Esta actitud suya implica una alta probabilidad, superior a la de los adultos, de ser capturados/influenciados por los pocos centros de poder que controlan una enorme masa de datos e información sin precedentes, los perfilan según la lógica del mercado y modifican su percepción de la realidad. Es una verdadera adicción que ya está provocando un cambio preocupante de hábitos en los jóvenes, con el riesgo de que se desacostumbren a pensar e incluso a usar palabras. Los estudios muestran un empeoramiento de la calidad de sus relaciones, una pérdida del sentido de la realidad y también un aumento preocupante de la falta o escasez de sueño, daños en la visión, ansiedad, ataques de pánico y depresión.
No podemos permanecer inactivos ante esta situación. En particular, me parece urgente un cambio en el modelo educativo, que debe afectar tanto a los procesos (cómo introducir la IA y cómo enseñar a usarla bien) como al significado mismo de la educación. En particular, no debemos dejar de proporcionar a los jóvenes, además de las competencias técnico-científicas, la capacidad de pensar críticamente, el sentido de sí mismos, de su propia especificidad, de sus pasiones y deseos. Un algoritmo no es capaz de promover el crecimiento de la persona. Todos estos cambios de método, contenido y significado requieren también de un proceso de formación urgente y extenso para los profesores y las familias, que no deben quedarse solos. El papel de las universidades en la preparación de profesores y en el inicio de investigaciones adecuadas es fundamental.
Debemos trabajar para que el progreso tecnológico sea una herramienta capaz de aumentar el potencial de los jóvenes sin perjudicarlos. El mayor desafío es poder devolver la prioridad a la persona, a través del ejercicio del cuidado, que puede convertirse en una fuente innovadora y motivadora de justicia social que permita a cada ser humano vivir una vida gratificante. Por esta razón, es necesario un cambio cultural que involucre a las familias, el mundo educativo, las instituciones, los medios de comunicación y la regulación.
El podcast es de Anna Maria Tarantola, editora de la entrada: «Las nuevas generaciones en el mundo de la inteligencia artificial» del Diccionario de Doctrina Social.