Algunos esperan una encíclica titulada Rerum Digitalium que profundice en estos temas, siguiendo el espíritu de Rerum Novarum. El uso de la IA crece exponencialmente: el 85% de los adolescentes la utiliza semanalmente
(eldebate.com/religion).-La inteligencia artificial (IA) está transformando la sociedad a una escala comparable con la Revolución Industrial. Desde asistentes como ChatGPT hasta diagnósticos médicos, la IA optimiza procesos, pero plantea dilemas éticos: ¿es un don para el bien común o un riesgo para la dignidad humana? La Doctrina Social de la Iglesia (DSI), fundamentada en el Evangelio, ofrece principios para orientar su uso responsable. Inspirados en León XIII y su respuesta a los desafíos de su tiempo con Rerum Novarum (1891), el Papa León XIV, en 2025, ha calificado la IA como la «nueva cuestión social», instando a una ética que priorice la dignidad, la justicia y el trabajo. León XIV ha llamado repetidamente a un tratado internacional para regular la IA, asegurando que sus fines se orienten al bien común, la justicia y la paz, con supervisión humana siempre presente.
La IA es una tecnología creada por el hombre que imita funciones de la inteligencia humana, como el razonamiento, el aprendizaje y la toma de decisiones. Basada en algoritmos matemáticos y modelos de aprendizaje automático, procesa grandes volúmenes de datos para identificar patrones, hacer predicciones y ejecutar tareas autónomas. Como explica Antiqua et nova, la IA no posee inteligencia en el sentido humano —que incluye alma, emociones y capacidad moral—, sino que opera funcionalmente, imitando procesos cognitivos sin conciencia genuina.
El uso de la IA crece exponencialmente: el 85 % de los adolescentes la utiliza semanalmente (GAD-3, 2025), y las organizaciones la emplean para optimizar procesos (Microsoft, 2024). Desde recomendaciones en Netflix hasta avances médicos, la IA ofrece beneficios, pero su moralidad depende de las decisiones humanas. La Iglesia nos llama a orientarla hacia el bien, evitando riesgos como la desinformación o la deshumanización.
Progreso y desigualdad
La Revolución Industrial trajo progreso, pero también desigualdades, a las que León XIII respondió defendiendo la dignidad del trabajador. Hoy, la IA impulsa una revolución digital que automatizará el 25 % de los empleos globales (World Economic Forum, 2023), reduciendo costes, pero ampliando desigualdades. El Papa Francisco, en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2024, describió este momento como un «cambio de época» que exige reflexión ética.
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El Papa León XIV, elegido Romano Pontífice el 8 de mayo de 2025, ha destacado el papel de la IA en su magisterio desde el inicio. Elegir su nombre en referencia a León XIII no es casual: busca responder a las «cosas nuevas» de nuestro tiempo, como la revolución digital, con la misma audacia y «espíritu profético» que su predecesor enfrentó la industrial. En su primer discurso a los cardenales, León XIV declaró: «Los avances en la inteligencia artificial plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo», subrayando la necesidad de una guía moral que ponga al ser humano en el centro.
León XIV ha llamado repetidamente a un tratado internacional para regular la IA, asegurando que sus fines se orienten al bien común, la justicia y la paz, con supervisión humana siempre presente. Algunos esperan una encíclica titulada Rerum Digitalium que profundice en estos temas, siguiendo el espíritu de Rerum Novarum. El legado inicial de León XIV posiciona a la Iglesia como voz moral global en esta revolución, insistiendo en que «la dignidad humana nunca debe ser violada en nombre de la eficiencia». Así, León XIV no solo alerta sobre riesgos, sino que propone una ética que integre valores cristianos desde el diseño de la IA.
Cuatro principios
La DSI propone cuatro principios y cuatro valores para guiar la IA:
1. Dignidad Humana: El ser humano, creado a imagen de Dios (Gn 1,27), no debe ser un medio para fines tecnológicos. La IA debe complementar, no reemplazar, el juicio humano, respetando la inviolabilidad de la persona en salud o trabajo.
2. Bien Común: La IA debe promover el bien de todos y cada uno, evitando que beneficie solo a elites. Por ejemplo, puede generar contenidos educativos para regiones pobres, pero debe ser accesible para todos.
3. Solidaridad: Como familia humana, debemos usar la IA para incluir a los vulnerables, no para aislar mediante relaciones ficticias como chatbots.
4. Subsidiariedad: Las soluciones deben ser locales siempre que posible, con regulaciones globales para riesgos como la ciberseguridad, respetando la autonomía de comunidades.
Los valores de verdad, libertad, justicia y amor refuerzan estos principios. La IA debe combatir la desinformación (deepfakes), respetar la autonomía humana, garantizar empleos dignos y promover la caridad, nunca la eficiencia por encima de la misericordia.
Ventajas y riesgos
La IA libera de tareas repetitivas y fomenta avances en medicina o educación, pero presenta riesgos: sesgos algorítmicos que perpetúan discriminaciones, pérdida de privacidad, desempleo masivo, armas autónomas y relaciones ficticias que agravan la soledad. Como advierte Antiqua et nova, su moralidad depende de las elecciones humanas: «Como cualquier producto de la creatividad humana, la IA puede dirigirse hacia fines positivos o negativos». Esta distinción es crucial, ya que la IA no es neutral: su diseño y aplicación reflejan valores humanos, y la Iglesia nos llama a orientarla hacia el bien.
La IA es un don humano subordinado a Dios, fuente de toda sabiduría (1 Cor 1,24). La DSI nos invita a usarla para evangelizar y servir a los pobres, formando nuestra conciencia con recursos como el DoCat. Parroquias y familias pueden adoptar herramientas como Magisterium AI para la catequesis, mientras abogan por una IA ética. En un mundo tentado por idolatrar la tecnología, recordemos que solo Cristo sacia nuestra sed de amor (Sal 63,2). Que la IA nos ayude a construir una «civilización del amor», donde tecnología y fe converjan para glorificar a Dios.
