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El cordón dominical

Durante el confinamiento debido a la pandemia de la Covid-19, muchos sacerdotes se las han ingeniado (a las mil maravillas), para retransmitir la Eucaristía por las redes sociales, ya que por motivos sanitarios, las parroquias no celebraban la misa con fieles

Los discípulos de Jesús que siguen la Eucaristía por las redes sin acudir presencialmente a las parroquias, están perdiendo el cordón dominical, es decir, aquello que, cada domingo, une a los cristianos. El ambiente, las sensaciones, la emoción y la pasión por animar el equipo, no es el mismo sentado en el sofá de casa, que en el estadio. Como no es lo mismo “ver” la misa por internet, que reunirse alrededor del altar, en la parroquia

(religiondigital.org).-Esta fue a ser la respuesta de un escolán de Montserrat, cuando el monje P. Jordi Castanyer, profesor de la Escolanía, preguntó en clase qué nombre tenía el nexo que une más directamente al feto y la madre durante elembarazo. El niño confundió “dominical” con “umbilical”.

He recordado esta anécdota, porque durante el confinamiento debido a la pandemia de la Covid-19, muchos sacerdotes se las han ingeniado (a las mil maravillas), para retransmitir la Eucaristía por las redes sociales, ya que por motivos sanitarios, las parroquias no celebraban la misa con fieles. Fue éste un buen servicio que se ofreció,  para que los enfermos, los ancianos y todos los que se encontraban en casa, confinados, pudiesen seguir la misa desde el ordenador.

Pero ahora, una vez la pandemia está más o menos controlada y ya se pueden celebrar las misas como siempre, muchos cristianos continúan siguiendo la misa por youtube, sin hacer acto de presencia en los templos. Está muy bien que los ancianos y los enfermos puedan seguir la misa por las redes sociales, debido a la fragilidad de los años o de la enfermedad, que les impide hacerse presentes en los templos. Pero los discípulos de Jesús que siguen la Eucaristía por las redes sin acudir presencialmente a las parroquias, están perdiendo el cordón dominical, es decir, aquello que, cada domingo,une a los cristianos, como hijos, a la madre Iglesia, de la misma manera que el cordón “dominical” que decía el escolán, une el feto a la madre.

Francisco e internet
Francisco e internet

Debido a la importancia de la Eucaristía, las primeras comunidades cristianas “tomaban parte con asiduidad en la fracción del pan” (Ac 2:42), es decir, en la Eucaristía que celebraban en las casas. Y por eso mismo, la Carta alos Romanos pide a los discípulos de Jesús, asistir siempre a la oración (Rm 12:12). Y es que si la Eucaristía es el centro, la fuente y la cumbre de la vida cristiana, no podemos dejar “de asistir a las reuniones, como algunos lo han tomado por costumbre” (He 10:25). Por eso la Carta a los Hebreos advertía a aquellos que no asistían a la Eucaristía, que habían de reunirse en comunidad, debido a la importancia de celebrar la Cena del Señor. Y es que, como repetía el P. Cebrià Pifarré, “la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia”.

La Eucaristía, sobre todo la que celebramos los domingos, día del Señor, habría de convocar, presencialmente, a todos los discípulos de Jesús en una asamblea de alabanza y de acción de gracias, tal como Jesús mismo nos lo mandó, cuando en instituir la Eucaristía, dijo: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22:19). Cabe tener en cuenta que la Eucaristía y el lavatorio de los pies, es decir, la misa y el servicio solícito a los hermanos, están estrechamente unidos, ya que en lavar los pies a los discípulos, Jesús también les dijo: “Os he dado ejemplo para que, tal como yo os lo he hecho, lo hagáis también vosotros” (Jn 13:15)en mi nombre, en mi memoria. Así, cada vez que lavamos los pies a los demás, es decir, cada vez que servimos a los demás, sobre todo a los pobres y necesitados, hacemos presente a Jesús en medio de nosotros. Por eso es tan importante la misa presencial y no solo por medio de internet.

Y es que no es lo mismo ver el València, el Vila-real o el Hèrcules por televisión, que ver jugar a estos equipos, presencialmente, en sus estadios. O ver a los jugadores de baloncesto del València en su pabellón de la Fonteta de Sant Lluís, que verlos por televisión. El ambiente, las sensaciones, la emoción y la pasión por animar el equipo, no es el mismo sentado en el sofá de casa, que en el estadio. Como no es lo mismo “ver” la misa por internet, que reunirse alrededor del altar, en la parroquia.

Es tan importante la Cena del Señor para los cristianos, que además de las referencias explícitas de la institución de la Eucaristía que encontramos en los Evangelios (Mt 26:26; Mc 14:22 y Lc 22:19) aún encontramos la narración más antigua de la Eucaristía en la primera Carta a los Corintios (1C 11:23ss).

La missa per À Punt des de Torrent
La missa per À Punt des de Torrent

Pero también los Padres de la Iglesia escribieron sobre la Eucaristía, para resaltar su importancia en la vida de las comunidades cristianas. Así, San Justino, en la Apología primera en favor de los cristianos, escribía: “No comemos la Eucaristía como si fuese un pan ordinario, ni la bebemos como si fuese una bebida usual, sino que, tal como Jesucristo, nuestro Salvador, se hizo carne por la palabra de Dios y tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así mismo hemos aprendido que aquel alimento sobre el cual fue dicha la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús y con el cual se alimenta y transforma nuestra carne y nuestra sangre, es precisamente la carne y la sangre del mismo Jesús que se encarnó”. San Justino narra así como celebraban la Eucaristía las primeras comunidades cristianas: “El día que llamamos del Sol (el domingo), hay una reunión de todos, tanto de los que viven en las ciudades, como de los que viven en el campo: leemos los profetas o los tratados de los Apóstoles, el tiempo que nos es posible”. Lo primero que destaca San Justino en este texto, es que todos los cristianos se reúnen para celebrar la Eucaristía: los que viven cerca del lugar donde se celebra y también los que viven lejos.

San Justino continúa así: “Después, cuando el lector ha acabado, el que preside hace una admonición, una exhortación, para que imitemos de palabra y de obra unos misterios tan sublimes”. Y la Eucaristía continuaba así: “Después nos levantamos todos y recitamos unas oraciones, y, tal como ya he explicado, acabada la oración, traemos pan, vino y agua; el presidente dice con gran fervor las oraciones y la acción de gracias, y el pueblo aclama: Amén. Y se distribuye el alimento sobre el que se ha dado gracias”. San Justino destaca que de este alimento que es la Eucaristía, “participan todos los presentes, y es llevado por los diáconos a los que no han podido asistir”, es decir, a los enfermos, tal como también se hace ahora cuando se lleva la comunión a los que no han podido asistir a misa.

San Justino remarca también la estrecha unión que hay entre la Eucaristía y el lavatorio de los pies y por eso se hacía una colecta para recoger dinero, “que es entregado al presidente, el cual socorre a los huérfanos y a las viudas, a los que se encuentran en la indigencia a causa de enfermedades u otras causas, también a los encarcelados y a los peregrinos venidos de muy lejos”, para que de esta manera “nadie quede desatendido”.

San Justino insiste de nuevo al final de su texto, que “el día del Sol”, es decir, el domingo o primer día de la semana, “nos reunimos todos” para la fracción del pan. De aquí la importancia de la presencia en la Eucaristía.

Por eso, si aún no asistimos presencialmente a la Eucaristía, hemos de hacerlo ya, para reencontrar el cordón dominical que nos une, como hijos de Dios, a nuestra madre la Iglesia, de la misma manera que el cordón umbilical une el feto a su madre.  

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