TECNOLOGÍA

Benedicto XVI y la transmisión de la fe en la era digital

No sólo un buen teólogo, Joseph Ratzinger fue también un gran comunicador capaz de utilizar diferentes lenguajes y métodos y de afrontar el reto de las Redes Sociales con valentía y creatividad. Desde homilías hasta tuits, Benedicto XVI ha puesto el tema de la razonabilidad de la fe en Jesucristo en el centro de la comunicación. Y como Papa Emérito comunicó a través del silencio y la oración, formas de expresión diferentes pero no menos efectivas.

(vaticannews.va/it).-Que fue un gran teólogo es unánimemente reconocido, pero Joseph Ratzinger también fue un notable comunicador, con una figura propia, cuyo legado sin duda superará el límite temporal de la existencia terrena. El hecho de que Benedicto XVI no fuera un comunicador para las masas, aunque atrajo la atención de millones de jóvenes en la JMJ, no resta valor a su estilo de comunicación. En primer lugar, como teólogo ha demostrado que incluso los temas de alto nivel intelectual pueden explicarse a los simples y estar al alcance de una amplia audiencia y no solo de especialistas. El éxito de su Introducción al cristianismo, que sigue siendo hoy -más de 50 años después de su publicación- un best seller mundial de publicaciones religiosas, demuestra la capacidad innata de Ratzinger para dar cuenta de la fe en Jesucristo y hacerlo con argumentos claros y con un lenguaje fascinante y convincente.

Lo mismo puede decirse de la trilogía sobre Jesús de Nazaret, una obra en la que Joseph Ratzinger puso todo de sí mismo, logrando completarla antes de la resignación, a pesar de los esfuerzos de gobernar la Iglesia universal. Por lo tanto, se puede decir que Benedicto XVI fue un gran testigo de la fe -y de su razonabilidad, como se desprende más recientemente en su testamento espiritual- también por la forma en que supo comunicarla. En particular, a través de sus escritos, sus discursos (algunos memorables, como muchos recuerdan en estos días) y sus homilías, definidas como «sublimes» por el padre Federico Lombardi por la sabia armonía entre teología, conocimiento de las Escrituras y espiritualidad.

Al Papa alemán, sin embargo, no le faltaron los gestos y el coraje para «asumir riesgos» en el vasto campo de la comunicación. Benedicto XVI fue el primer Pontífice en reunirse con víctimas de abuso sexual por parte de miembros del clero. Un acto de gran significado, también comunicativo, en el que Ratzinger puso la escucha en el centro. Una escucha -como se ve en los encuentros durante los viajes internacionales- alejada del centro de atención y caracterizada por la disponibilidad y la empatía, condiciones esenciales para iniciar ese proceso de conversión del corazón que hoy Francisco lleva a cabo con convicción y que fue la base de la Cumbre sobre la protección de los menores en febrero de 2019. Aunque no han faltado críticas por parte de algunos medios de comunicación por algunas de sus decisiones, Benedicto XVI siempre ha mantenido una actitud positiva hacia el mundo de los trabajadores de la información y la comunicación. De la conversación con el periodista alemán Peter Seewald nació Luz del Mundo, un libro que abarca todas las cuestiones más delicadas de su pontificado, hasta el tema de la resignación. Benedicto XVI es también el primer Pontífice que ha enviado mensajes de texto (a los jóvenes de la JMJ de Sydney), dialogar con los astronautas de la Estación Espacial Internacional, responder preguntas en la televisión con motivo del Viernes Santo (el de 2011), mientras que en Navidad del año siguiente firmó un editorial en el Financial Times centrado en el compromiso de los cristianos en el mundo de hoy.

Sobre todo, Benedicto XVI es el primer Papa que se enfrenta a la irrupción en la escena de las redes sociales que reconfiguran profundamente el contexto de la comunicación global precisamente en los años de su pontificado. Hasta cinco de sus ocho misasLas jornadas de Comunicación Social están dedicadas a este areópago digital sin precedentes. Juntos constituyen una especie de compendio del Magisterio de la Iglesia sobre esta nueva realidad que ha cambiado no sólo nuestro modo de comunicarnos, sino también el de relacionarnos con los demás. Benedicto XVI capta inmediatamente el significado de la revolución de las redes sociales, que no son tanto un medio para ser utilizado como un entorno para ser habitado. Por lo tanto, acuñó el término «continente digital» para las redes sociales. Un continente, como los geográficos, que requiere el compromiso de los fieles -especialmente de los laicos, en línea con Inter Mirifica– para evangelizar este nuevo territorio de misión. El Papa también entiende que la distinción entre virtual y real debe superarse, ya que lo que se comparte y comenta en las nuevas plataformas tiene consecuencias concretas en la vida de las personas.

Benedicto XVI anima a los cristianos a ser testigos digitales en lugar de influenciadores, para transformar las redes sociales en «puertas de verdad y fe». Y no solo lo hace con palabras. El 12 de diciembre de 2012, por primera vez, un Papa publicó un tweet a través de la cuenta @Pontifex abierta unos días antes. Es un gesto que es comparado por algunos con la institución de Radio Vaticano por Pío XI. No todos lo aprueban, temiendo una exposición del Papa a críticas y ofensas, pero Benedicto XVI está convencido de una elección que va en la dirección de la nueva evangelización. Una vez más, un Papa sabe captar el potencial de las innovaciones tecnológicas para llegar a personas que, de otro modo, quedarían excluidas del anuncio evangélico. Pocas semanas después de la apertura de la cuenta, Benedicto XVI renunció al ministerio petrino, pero @Pontifex fue «reactivado» por Francisco, que hoy, a través de sus tweets en 9 idiomas, alcanza más de 50 millones de seguidores cada día. Si, por lo tanto, en los casi 8 años de su pontificado, Benedicto XVI se ha comunicado utilizando los idiomas más diversos con creatividad y valentía, en los casi 10 años como Papa Emérito su comunicación ha tomado una forma diferente, invisible pero no menos efectiva: la forma del silencio y la oración.

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