CULTURA DIGITAL

¿Qué estamos perdiendo en la era digital?

La tecnología digital transforma nuestra manera de vivir, pensar y orar

(forumlibertas.com).-En lugar de contemplar la realidad, nos conformamos con estímulos digitales pasajeros que buscan satisfacer deseos inmediatos.

Esto no es un problema superficial. Desde la neurociencia se sabe que el cerebro se adapta continuamente a su entorno. La exposición prolongada a pantallas forma hábitos internos que favorecen la distracción, el individualismo y el uso utilitarista del tiempo.

Una de las formas más comunes de esta dinámica es el “multitasking digital”: escuchar un podcast mientras revisamos el correo y respondemos mensajes. Aunque parezca eficiente, el cerebro no puede hacer múltiples tareas complejas al mismo tiempo.

En realidad, lo que ocurre es un cambio constante de foco que interrumpe la profundidad del pensamiento.

Esta dispersión afecta la comprensión, la memoria y, a largo plazo, puede reconfigurar nuestras conexiones neuronales.

Tiempo sin alma, espacio sin cuerpo

La tecnología también transforma nuestra percepción del tiempoLo convierte en un recurso a explotar: debemos hacer más, más rápido, y con menos esfuerzo.

Se pierde así la dimensión sagrada del tiempo, que en la tradición cristiana está marcada por ritmos de oración, celebración y reposo.

Del mismo modo, el espacio se descontextualiza. Las experiencias digitales suelen carecer de olor, tacto o movimiento. Percibimos realidades sin estar realmente allí.

Esto puede distorsionar la percepción, especialmente en los más jóvenes.

La fe cristiana es profundamente encarnada: creemos en un Dios que se hizo carne. Las relaciones humanas, los gestos, la presencia física, son fundamentales para el desarrollo del cerebro y del alma.

La tecnología, cuando sustituye estos encuentros por interacciones filtradas y editadas, nos empobrece espiritualmente.

¿Renunciar o redimir?

Frente a esta situación, la tentación puede ser rechazar la tecnología de pleno.

Sin embargo, como advierte Romano Guardini, eso sería irresponsable y poco realista.

La alternativa cristiana es integrar la tecnología en una narrativa más grande: la historia de la salvación.

Usarla no como fin, sino como medio para vivir mejor nuestra vocación a la comunión con Dios y con los demás.

Ejemplos no faltan. La Iglesia medieval adoptó el reloj mecánico no para controlar el tiempo, sino para santificarlo, marcando las horas del rezo. De igual modo, podemos redimir la tecnología moderna con criterios claros:

  • Que respete los ritmos naturales y litúrgicos: silencios, descansos, oración, fiestas.
  • Que potencie relaciones reales: usar videollamadas para acompañar, no sustituir.
  • Que sirva a la misericordia: plataformas educativas y sanitarias que no reemplacen la presencia, sino que la faciliten.
  • Que nos lleve a la oración: orar por cada mensaje, noticia o imagen que recibimos.

Formados para la eternidad

Como enseña la neurociencia, el cerebro se forma según su entorno. Si lo nutrimos con superficialidad y ruido, tenderá al olvido y la dispersión. Pero si lo sumergimos en experiencias de silencio, encuentro y contemplación, se formará para aquello para lo que fue creado: la unión con Dios.

El ser humano no fue hecho para la productividad infinita, ni para el entretenimiento infinito. La tecnología, si bien puede ser obstáculo, también puede ser camino, si está al servicio sano de la persona.

Que sepamos discernir, como comunidad creyente, cómo usarla para crecer en oración, caridad y sabiduría. Que aprendamos a mirar más allá de la pantalla, y reencontremos la belleza del rostro humano, la presencia de Dios en lo ordinario y el silencio que nos habla del Eterno.

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